Mientras se cumplen 200 días de Gobierno en funciones, el país, valga la redundancia, sigue funcionando bien o mal, según entiendan lo que significa "funcionar". Y así, como un collage hecho por niños, el mural aguanta --como puede-- la superposición de fotos, muchas pendientes de un hilo de pegamento, o acaso de un chicle empleado como adhesivo de última hora.

Previsiblemente, alguien debería enmarcar la obra en unas semanas, y colgarla en el despacho que proceda, pero nadie apuesta al 100% porque esto suceda.

Si se diera el caso de no encontrar marco, estaríamos condenados a unas terceras elecciones de cartulina manida, adornada con purpurina para ocultar el evidente deterioro sufrido en todo este tiempo. No se elaboraría de nuevo la obra, aunque pareciera ser la actuación más lógica, sino que la misma esperaría en un cajón los meses necesarios para volver a intentar exponerla tal cual se encuentre. Pero bien se sabe que no hay purpurina suficiente para disimular tanto pliegue y rotura, ni adhesivo que dure tanto como para camuflar eternamente el desastre de este "corta y pega" político.

LO INDISCUTIBLE es que pase lo que pase, los rostros protagonistas del collage no obviarán sus vacaciones. Guardarán sus apuntes en el pupitre, recogerán el material empleado en este tiempo, y probablemente ninguno estudiará para septiembre. Los posados en primera línea de mar, los "selfies" en el pueblo natal de turno y las declaraciones desde el extranjero, se colarán entre esas noticias que se encuentran "a caballo" entre actualidad y prensa rosa.

Y los ciudadanos, aun a pesar de estar cansados de esperar un acuerdo definitivo, pasaremos, resignados las hojas de la revista o periódico que sea. E incluso habrá quienes justifiquen tal descanso, pues bien se sabe que "Nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas". Claro, es que, mientras ayer jueves se cumplían 200 días de Gobierno en funciones, el país seguía funcionando, bien o mal, según entiendan lo que significa "funcionar".