Treinta y ocho años como titular de la parroquia de San Blas dan para mucho. José Reveriego ha casado a miles de cacereños a lo largo de su extensa vida sacerdotal. Los ha visto nerviosos, con "algún mareillo", sudorosos, taciturnos... Pero nada es comparable a aquella ocasión en la que una futura suegra echó mano de un cuchillo al enterarse de que el novio de su hija era un hombre casado. "Se lo olió. Entonces salió detrás de él y le dijo que no se acercara nunca más a su hija. ¡Y vaya si lo consiguió!".

Reveriego, que llegó a San Blas en 1959, no olvidará jamás la primera boda que ofició: "Era una señora algo mayor e iba con un entusiasmo grande. Estaba llena de alegría y radiante de contenta por ser la primera mujer que se casaba en San Blas".

En algunas ceremonias que ofició fue testigo de cómo a los novios se les caían los anillos. "Ellos siempre van más nerviosos, están destrozaítos . Las novias están muy ágiles y alegres, pero algunos novios, los pobres, las pasan canutas. Parece que hasta tiritan".

Proveedor de bendiciones apostólicas y gestionador de expedientes matrimoniales desde su actual puesto en el obispado, este párroco, --uno de los más conocidos de la ciudad-- se queda con lo positivo y advierte: "Tengo, en nombre de la Iglesia, que agradecer a todas las parejas que, fieles a su fe, se aprestan para recibir el sacramento del matrimonio".