Aline Griffith llegó a España en plena posguerra. Aquí ejerció de espía para el órgano anterior a la CIA y se rodeó de la aristocracia con una rapidez asombrosa. Fue en ese círculo en el que conoció a Luis de Figueroa y Pérez de Guzmán el Bueno, conde de Romanones, que más tarde se convirtió en su marido. Tras la muerte de él, ostenta ella el título de condesa. Durante los últimos años, Griffith ha escrito tres libros sobre sus vivencias en la España de entonces y sus círculos de amistades como Ava Gardner y sus veraneos con los duques de Windsor. Su relación con Extremadura se estrecha cuando inicia su aventura empresarial en la finca Pascualete de Trujillo. Ahora y a sus 97 años con salud delicada vuelve a salir a la palestra por la herencia de la prima hermana de su difunto marido y condesa de Torre Arias.

La condesa reclama a la fundación de Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno un legado que según ella le corresponde a su familia. Según publica el diario El Mundo, Griffith ha interpuesto una querella contra la fundación por «presuntos delitos de apropiación indebida, administración desleal, estafa, falsedad documental y blanqueo de capitales». «No imaginaba que un patrimonio histórico acumulado durante ocho generaciones en una familia, que forma parte de la historia de este país, podía ser robado tan fácilmente por personas ajenas que estaban pagadas para defenderlo», remitió Griffith. Cabe destacar que la herencia de la condesa de Torre Arias, que murió sin hijos en 2012, acumula una fortuna de 500 millones y propiedades como el palacio de los Golfines de Abajo y el palacio de los Arenales.

Este diario contactó con la fundación ayer, que negó haber recibido aún la querella, mostró su sorpresa y alegó que «no tiene sentido» y que Tatiana tenía claro «dejar la herencia a la fundación desde los años 70».