La chica de la charcutería El Mercadillo ha cerrado esta semana a su hora porque no venían más clientes. "Es que con la feria, la gente ahorra y compra menos". A la espera de la paga de mayo, los cacereños se han escondido en sus casas excepto quienes el pasado sábado apostaron en el hípico por el señor Gudinho y se forraron.

En la ciudad feliz , el concurso hípico siempre ha sido el aperitivo de la feria. El certamen de saltos se celebró primero en la Huerta del Conde, pero tras construirse la Ciudad Deportiva en el año 1949, la fiesta de los caballos se trasladó allí. Aquel recinto era muy recogido, tenía una magnífica arboleda y resultaba acogedor. No era Ascot ni Longchamps , pero tenía su toque chic.

Apostar por Gudinho

Cuando el hípico y el ferial se trasladaron a las inmediaciones del antiguo campo de aviación, el concurso perdió glamour, pero aún es capaz de entretener en cada edición a unos 5.000 cacereños que se dejan en apuestas más de tres millones de pesetas. No es que se hagan ricos, pero mientras llega la paga, muchos sacan para los churros y si hay suerte y te la juegas con el señor Gudinho, pues eso, que te forras.

La hípica ferial de hoy y la de la Ciudad Deportiva han cambiado sustancialmente en un detalle: antes, los jinetes eran unos solemnes desconocidos salvo algún militar local. Ahora, resulta que el público está con la señorita Vázquez, una jovencita encantadora que estudia 2 de Bachillerato en las Josefinas, es hija de una médico del Centro Farmacéutico y de Javier Vázquez, que trabaja en el BBV. Y claro, la señorita Vázquez ya no es una desconocida.

En el hípico cacereño hay una grada lateral donde se sientan los aficionados de siempre, un grupo abigarrado y mesocrático que disfruta del espectáculo y se emociona con sus apuestas. Caso aparte es el fondo norte, donde se acomoda la jet de la equitación local: propietarios de caballos, familiares de jinetes y entendidos en general.

La hípica, la verdad, es un asunto que requiere mucho esfuerzo y mucha coordinación. Acaba una prueba y todo el mundo se levanta de la grada y hace cola ante las taquillas: unos pocos para cobrar, el resto, para apostar. Después, se hace cola en el bar en busca de los refrescos de Bacardí , pacharán y Ballantines . A continuación, todos a la grada a sufrir con la competición. Y recomienza el ciclo: cobrar y apostar, beber y observar, cobrar y apostar, beber y observar...

Así se pasa la tarde, aunque en la ciudad feliz no se producen grandes tragedias por culpa de la ludopatía: hasta en eso somos comedidos. Las apuestas son de uno o dos euros y las ganancias van de los dos a los 50. Salvo si da la sorpresa el señor Gudinho. ¿Pero quién demonios es el señor Gudinho?

En la Ciudad Deportiva, el locutor llamaba a los caballos utilizando los participios preparado y prevenido. Ahora ha cambiado lo de prevenido, que era un vocablo con clase, por el más vulgar atento... "Preparado Tururú, atento Dinamita".

Aunque quienes de verdad están preparados, atentos y prevenidos son los apostantes, que ya han calado al señor Gudinho: medio hípico ha apostado por él, aunque el corazón está con la amazona de las Josefinas, la señorita Vázquez, que salta a la arena, borda el recorrido, emociona al fondo norte y a la grada lateral pero... ¡Lástima! En el último obstáculo, el caballo rehúsa, ella se cae y suena la única ovación no interesada de la tarde.

¡Por fin le toca al señor Gudinho! El día anterior, el público lo vio aparecer sobre su caballo e ironizó porque parecía demasiado obeso para ser un atleta equitador. Sin embargo, quien se mofó de las leyes de la física y de los apostantes fue Gudinho. Quienes lo incluyeron en la gemela, se llevaron a casa 155 euros. El resto está esperando la llegada de la paga para empezar la feria.