Estudió en el Diocesano y le avala su experiencia profesional en el negocio digital en varias capitales del mundo. Luis Galán afronta un nuevo reto: estará dos años becado por La Caixa en China para fomentar intercambios comerciales.

--¿Qué le une a Extremadura ahora que está en Madrid?

--Toda mi familia es de Montánchez. Mi abuela tenía un kiosco en la plaza del altozano. Me he caído muchas veces en la fuente saltando al caño cuando aún se podía beber. Pero viví en Cáceres.

--¿Por qué China?

--Mi campo de experiencia, el negocio digital, tiene especial sentido en un mercado inmenso donde usar técnicas de marketing tradicionales puede resultar carísimo para introducir nuestros productos. Además, tengo vinculación personal y familia política allí, ya que mi mujer es china y llevo bastantes años estudiando el idioma.

--¿Qué hará allí?

--Voy a estudiar un máster de dos años a la escuela de negocios más prestigiosa. Se trata de un programa clásico a tiempo completo con un enfoque al mercado chino y al contacto con empresas y directivos.

--¿Realmente es una cultura tan diferente a la nuestra?

--Existen matices, como sus supersticiones o la diferencia en la institución de la familia, que sigue ocupando allí el lugar del Estado del Bienestar de Occidente. Incluso, otra diferencia sería el fuerte materialismo y el culto al dinero cuando en Occidente estamos en un post-materialismo en muchos casos. Y ello pese a que suele subrayarse lo espiritual de Oriente.

--¿Qué le dijo el Rey?

--Tuvimos un breve intercambio y nos comentó que va a estar en la Expo de Shanghai. La escuela de negocios está normalmente en el máximo nivel de relación, por lo que no será raro volver a coincidir. Me causó buena impresión.

--¿Qué recuerda de sus años de formación en el Diocesano?

--Se daba mucho peso a la formación en valores, se enseñaba en la igualdad de oportunidades y se hacía hincapié en la importancia del prójimo, algo sencillo de entender y una clave para vivir. Además de los beneficios académicos, lo que he sacado es una pauta para llevar mi día a día, aunque a veces me gustaría ajustarme a ella un poco más.

--¿Guarda algún recuerdo especial del profesorado?

--Me acuerdo mucho de don Pedro, un hombre que se esforzó muchísimo en ortografía y lengua, en las matemáticas de base. Aún le escucho recitar reglas de ortografía, y ese sonido retumbará siempre en mi cabeza. El Diocesano tenía un cuerpo de profesores excelente: Carlos Pérez Hernando, don Gerardo, Manuel Herranz, don Florentino, Montserrat Elviro...

--¿Suele volver a Cáceres?

--Vuelvo siempre que puedo, aunque tengo bastantes compromisos fuera y he pasado una época de un trabajo excesivo y además viviendo fuera de España. De todos modos, y por desgracia, veo mucho a gente de Cáceres fuera.

--¿Cómo la contempla desde lejos? ¿Qué imagen proyecta?

--La candidatura a capital europea de la cultura ha sido capaz de sacar mensajes positivos y de ilusión y futuro. En general, la gente de Cáceres como Alberto Amarilla, que fue mi compañero en el Dioce, u otros, contribuyen a crear el imaginario sobre el lugar. Lo cierto es que en la generación de los 30 años percibo pesimismo en relación con las oportunidades laborales. Pero no es exclusivo de allí. En toda Europa y en ciudades grandes hay mucha gente de otras provincias.

--¿A qué aspira?

--Espero conseguir el conjunto de conocimientos que me permita ayudar a incrementar el volumen y el número de transacciones entre España y China. Aún falta mucho en la ampliación de mercados y me gustaría poder aportar algo en esa dirección. La globalización, algo que creemos ajeno, impuesto y sobrevenido, es un proceso que estamos construyendo los ciudadanos y me gustaría tomar parte.

--¿Hacia dónde cree que debe ir el desarrollo de la ciudad?

--Por su tamaño, podría intentar liderar cambios que se ven venir, como la eficiencia de la administración pública con nuevas tecnologías, la participación ciudadana o generar un entorno business friendly que ejerza de polo de atracción de emprendedores a nivel global.

--¿Cómo es su vida en Madrid?

--Comparto hipoteca y vivienda con mi mujer en Vallecas, que es un perfecto barrio de acogida despojado de prejuicios y donde me siento en casa. Me considero un poco de pueblo y echo de menos ir andando a todas partes como en Cáceres.