Una de las mayores fortunas de las que podemos gozar es la de haber tenido un maestro. Alguien que te transmita más valores que conceptos, en quien encuentres mas comprensión que imposición, que no solo te haya enseñado las mil cosas necesarias para aprobar una carrera u obtener un beneficio, sino aquellas cosas imperceptibles que son útiles para deambular con cierta seguridad por este mundo, de quien te dedicó su tiempo, que se preocupó por tu persona, que comprendió tus situaciones críticas, que descubrió en ti unos valores que nadie mas vio, que te tendió una mano afectuosa y fue un ejemplo a quien imitar.

Albert Camús, a mi juicio el más grande escritor del siglo XX, recibió el Nóbel apenas superados los cuarenta años. Tras recogerlo tuvo un rasgo de grandeza que debió ser la mas grande recompensa que recibiera el maestro por los muchos años de trabajo que había dedicado a sus alumnos. Escribió una carta a su maestro, Louis Germain, en la que ponía de manifiesto su agradecimiento pues era consciente de que todo lo que había llegado a ser se lo debía a él y para decirle "lo que usted ha sido y sigue siendo para mi, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido".

Y no es que Germain hiciera algo extraordinario. Sencillamente era un maestro. Ahora que se celebra el Día del Maestro quiero hacer un homenaje a los muchos maestros que merecen igual trato que Germain por parte de sus alumnos y que quizás nunca lo han recibido.