Después de casi tres meses cerrado debido a la crisis del coronavirus el mercadillo ha recuperado este miércoles su actividad, aunque de una forma tímida. Podía haberse retomado desde que Cáceres entró en la fase 1 de desescalada pero el ayuntamiento ha preferido esperar, sobre todo porque la mayor parte de los ambulantes procede de fuera de la ciudad. De hecho, se ha reabierto con las condiciones exigidas para un territorio que aún se encuentra en fase 2; es decir, con un límite del 30% de la actividad, porque en dos días (Cáceres entró en la tercera fase el lunes) no ha dado tiempo a organizar los nuevos protocolos. Estaba todo preparado para garantizar las medidas de seguridad: Solo puestos de alimentación, respetando entre ellos la distancia de seguridad, una única entrada y salida, un itinerario obligatorio y medidas de higiene. Pero no convencieron ni a clientes ni a vendedores.

La polémica ha empezado ya en el acceso. Policía Local y voluntarios de ARA indicaban a los clientes que debían acceder por la calle Santo Tomás de Aquino (esquina con Sancho de Cabrera) y recorrer todo el mercadillo para poder marcharse del mismo, ya que la salida estaba situada por la calle Ortega y Gasset, al lado del Corte Inglés. Casi un kilómetro de distancia entre un punto y otro. Esto hizo que muchos se marcharan antes incluso de acceder. «¿Cómo va a comprar una señora cuatro kilos de naranjas aquí en un puesto de la entrada y cargarlas hasta la salida? ¡No puedes ir con las bolsas todo el recorrido!», se queja el portavoz de los ambulantes cacereños, Joaquín Jiménez Silva.

LOS CLIENTES SE QUEJAN

Se ha fijado además un recorrido de un solo sentido, por lo que el cliente tenía que ir comprando en los puestos que iba viendo a su paso y no podía volver hacia atrás. «Vivo en la calle Santo Tomás de Aquino, tengo que ir cargada con todas las bolsas hasta el Corte Inglés para volver a dar la vuelta otra vez», protesta Trinidad. Esto le obliga a caminar dos kilómetros. La queja se repetía entre todos los que han acudido en la mañana de este miércoles al mercadillo. Carla y Silvia compraban a cuentagotas para evitar llevar mucha carga y Mercedes y su marido se repartían las bolsas (llevaban ocho) para compensar el peso. Tenían el coche en Santo Tomás de Aquino, a la entrada, pero se les obligaba a salir por Ortega y Gasset para volver a pie hasta el vehículo. De camino hicieron varias paradas, agobiados por el peso y el calor. Esto, aseguran los comerciantes, se ha notado en las ventas. Lo que más se ha adquirido han sido frutas y verduras. Ha habido puestos, los menos, que han acabado con casi todo el género, como Lorenzo Erce, que traía producto de la huerta de la Ribera del Marco.

El ayuntamiento era consciente de esta problemática. «La organización del mercadillo es complicada si nos atenemos a la orden ministerial, que obliga a tener una entrada y una salida para controlar los aforos», afirma la concejala de Comercio, Mª Ángeles Costa. Aunque aclara que la policía, sensible a esta situación, ha sido flexible y ha permitido salir por zonas no autorizadas a personas mayores.

La otra polémica ha sido en torno al gel hidroalcohólico. Se había instalado un dispensador a la entrada del recinto que se activaba con un pedal, pero no funcionaba. Al final se ha optado por dejar la tapadera abierta para que los clientes tocaran con las manos el botón y pudieran echárselo. Lo que ha ocurrido ha sido que casi nadie se ha desinfectado las manos porque la mayoría no lo ha utilizado, para evitar tocar lo que otros muchos habían ya tocado.

Este miércoles en el mercadillo cacereño de la nueva normalidad solo se pudieron comprar frutas, verduras y productos de charcutería y carnicería; solo había 65 de los 200 que tiene un miércoles habitual. Esto, a juicio de los ambulantes, es otro de los motivos de que el mercadillo haya registrado esta mañana una baja afluencia. El textil y los complementos, aseguran, atraen a la clientela. «Nos hubiera gustado que hubiera empezado con todos los puestos como se ha hecho en Badajoz, Navalmoral de la Mata y Plasencia porque si no estamos los vendedores no hay mercado», afirma el portavoz del mercadillo cacereño, Joaquín Jiménez Silva.

No les ha ayudado tampoco la ubicación. Fueron instalados en línea, con una separación de 2,5 metros y a un solo lateral de la calle. El problema es que estaban de frente al sol, por lo que los ambulantes vendían deslumbrados y los clientes tenían que soportar el sol pegando justo a su espalda.

«ESTÁ SIENDO UNA RUINA»

Los vendedores reclaman que el próximo miércoles puedan instalarse puestos de textil, necesitan vender el género de primavera, que está almacenado desde que lo compraron, en el mes de marzo. «Ahora viene el verano y lo que tenemos de primavera se quedará sin vender. Pedimos que nos dejen venir para darle salida, aunque sea a precio de coste. Está siendo una ruina», añade Jiménez Silva.

Podrán hacerlo. Tal y como ha confirmado la edil de Comercio, la próxima semana reabrirán los puestos de textil y complementos porque se permitirá la instalación del 50%. El ayuntamiento estudia ahora, sobre plano, cómo organizarlos. Se encuentran con el problema de que, si se exige mantener la distancia entre los puestos, se necesitaría ocupar más superficie lo que alargará el recorrido entre la entrada y la salida, y eso puede complicar aún más la compra.