A los océanos que aprendimos en la escuela es necesario añadir otro, probablemente el más grande: El Océano Cacereño. Como cualquier océano que se precie se subdivide en varios mares. El mar de Primo de Rivera, el de Moztezuma, el Ruta de la Plata..., pero entre todos ellos destacan el mar de Cánovas y el de Capellanías. También existen fosas marinas tan peligrosas como el triángulo de las Bermudas, por ejemplo en San Francisco o en la calle Viena, en las que algún conductor queda atrapado y protesta con furor. "Es debido a la ley de la gravedad de Newton" le aclara un enterado.

El cabreado, alumno de la ESO, piensa que Newton es un concejal y se desahoga: "Pues me cago en Newton y en la ley de la gravedad". En los mares desembocan caudalosos ríos como el de Virgen de la Montaña, San Ignacio, Virgen de Guadalupe y otros santos y laicos que no es necesario nombrar a no ser que uno piense que no tiene suficiente munición para repartir entre las familias de políticos y técnicos responsables.

Ninguna memoria podría almacenar los numerosos riachuelos y arroyos que circulan por la ciudad. Además este océano tiene una peculiaridad que le hace único: Las baldosas traicioneras que despiden una gran cantidad de agua apenas las pisas. Lamentablemente este maravilloso regalo que nos hacen la naturaleza y el ayuntamiento es de temporada. Solo disfrutamos de él cuando llueve porque según algunos "Cáceres no está preparada para la lluvia". ¡Que venga ya el cambio climático!