Si en pequeños consumos la elección de la tarifa eléctrica adecuada conlleva la reducción de su coste, se hace más evidente en grandes consumos porque hay más tarifas y moldeables al consumo de cada usuario. Aunque el precio de la energía consumida varía según tarifa, también afecta el importe total de los costes derivados del uso de las redes eléctricas conocidas como tarifas de acceso. Se trata, por tanto, de optimizar la tarifa, la potencia, la discriminación horaria y el factor de potencia.

En grandes consumos no hay interruptor de control de potencia, por lo que se penaliza la potencia usada por encima de la contratada con importantes recargos. Por tanto, es importante ajustar a la realidad las potencias contratadas en los distintos periodos tarifarios ya que, por ejemplo, la climatización comienza antes del horario de apertura de las oficinas y, de no preverlo, podría incurrir en un importante encarecimiento.

Por último, la optimización del factor de potencia supone otro aspecto a tener en cuenta. Este factor mide la relación entre potencias activa y reactiva consumidas. La potencia (o energía) reactiva no produce trabajo útil, hace que la intensidad que circula sea mayor que la necesaria, produce pérdida de potencia, aumenta las pérdidas en la instalación y provoca transformadores recargados o infrautilizados.

Por estos motivos, la compañía eléctrica penaliza la existencia de energía reactiva mediante el correspondiente gravamen. Una pequeña inversión en una batería de condensadores o en sustitución de equipos puede subsanar la generación de esta energía.

En auditoría energética realizada a un edificio administrativo de 2000 metros cuadrados de reciente construcción en Cáceres, la optimización de la factura eléctrica produciría un ahorro de un 22% anual.