Si algo ha caracterizado a los cacereños durante mucho tiempo ha sido su pasividad, resignación y complacencia con la nada. Pero eso ha cambiado. El personal, algunos, muchos, ya no están por la labor. Con motivo de la celebración del aniversario del nombramiento de la ciudad como patrimonio de la humanidad se han alzado voces denunciando el catetismo de los eventos, la ceguera para poner en valor ese patrimonio y el páramo cultural en el que nos movemos. Claro que esta crítica es menor si se compara con la que reciben las actuaciones para optar a la capitalidad cultural europea. Se extiende por la ciudad el convencimiento de que "con esta gente no vamos a ninguna parte". Y no se refiere a los asesores, sino a quienes deberían liderar el proyecto. Los asesores se quejan de la escasez de medios económicos, de falta de planificación y quizás no se atreven a hablar de falta de compromiso e incluso de ilusión.

No parece que a escasos meses de las elecciones se vayan a tomar decisiones trascendentes pues los nombramientos y proyectos posibles quedarían en el aire ante posibles cambios en los partidos políticos, de manera que otro año perdido. "Tendremos que hace algo", comentan. Pues venga. Vamos a hacer algo.