TCtuenta la leyenda que unos desconocidos pidieron encerrarse en la monumental iglesia barroca de Tornavacas durante unos días. Pasado el tiempo desaparecieron dejando intacta la comida que les habían preparado y una espléndida talla de un Cristo crucificado. No sería de extrañar que ante tal prodigio los tales artistas fueran tenidos por ángeles. Desde aquel momento la talla, conocida como el Cristo del Perdón, figura en una capilla ricamente decorada y es el patrón del pueblo.

A lo largo de los siglos ha sido protector de sus cosechas y ayuda inestimable en las desgracias compartiendo con la Virgen de los Dolores la predilección popular. La devoción que le tienen los lugareños reluce especialmente durante las fiestas patronales que se celebran el 14 de setiembre, y a las que acuden quienes se vieron obligados a buscarse el sustento lejos del pueblo y sentaron sus reales en Madrid, País Vasco, Cataluña e incluso Alemania.

El día amanece con una ronda de los quintos que cantan canciones inmemoriales entre las que destacan las toreras , y pasean un macho cabrío profusamente engalanado del que darán cuenta en una pantagruélica comida. La dulzaina alegra las calles y las perrunillas presiden las mesas. Es tradición que alguien ofrezca un "ramo" por algún beneficio recibido. Visten un árbol de acebo con roscas bañadas y golosinas, y unas jóvenes acompañan la procesión dentro de la iglesia ataviadas con trajes regionales narrando a los sones de una musiquilla tradicional las razones de la ofrenda que finaliza con un grito que se oye en todo el pueblo: "¡ Viva el Cristo del Perdón!".

Imaginen hasta dónde llega la respuesta del pueblo: "¡Viva!" La tarde se llena de "olés" y sustos por la suerte de los maletillas que lancean al toro en la plaza de mayor aforo del mundo, pues se divisa casi desde el Calvitero. Tres días después acaba la fiesta pero la devoción y la confianza en el Cristo del Perdón permanecen.