Viernes 11 de enero de 2013, diez de la mañana. Tras hacer la cama y limpiar la cocina, parece que todo ha quedado en orden en casa y nuestro protagonista se dispone a salir. Justo antes de cerrar, se da cuenta de que aún hay restos de espumillón colgando de una lámpara, y un 'Felices Fiestas' se encuentra pegado en la pared, como un despojo olvidado de las fechas pasadas. "Cuando vuelva, que no se me olvide quitarlo", se dice. Y aunque sabe que no ocurrirá hasta un mes después --lo mismo le pasó con Halloween, donde no quitó las calabazas hasta que tuvo que colocar el árbol navideño--, se autoconvence de que así será y cierra la puerta. Toma el ascensor sin problemas (no como semanas atrás en las que conseguir encontrarlo desocupado, era más difícil que conseguir un contrato con un sueldo acorde a su formación académica) y, tras recoger en el segundo piso a 'la señora del perro' --nunca supo su nombre real--, y dejarla en el portal, baja hasta su garaje. Tras introducir la llave en el coche, observa que la luz de la reserva está encendida. Sin sorprenderse, pues está habituado a tal estado, arranca y emprende el camino hacia el centro comercial. Aparca donde siempre, baja del utilitario, y llega a una rampa mecánica bastante empinada, que le hace recordar la cuesta de enero que aún le toca 'escalar' unos cuantos días más. Asciende hasta la planta central y, al llegar, es recibido por multitud de conciudadanos cargados de paquetes, bolsas y prisas. En tan sólo unos minutos se convierte en uno más, se mezcla con la multitud, confundiéndose entre el resto de la gente, y formando parte de la masa que busca el chollo del día en las rebajas del comercio extremeño.

Por primera vez sin calendario oficial estipulado, los comerciantes podrán decidir cuándo empezar y cuándo terminar tal periodo- y parece que la fórmula resulta. Decenas de carteles con descuentos nunca antes vistos en estas fechas se abren a nuestro paso y todo el público damos la bienvenida a unas ofertas más que deseadas, necesarias. Y es que hace mucho que todos colgamos el cartel de 'rebajamos todo', incluido el tamaño de nuestros bolsillos.