En estos días es obligado dar un paseo por Mira al Río y el puente San Francisco para tratar de adivinar cómo quedará el lugar tras las obras. Ya se sabe que cualquier cacereño es más experto en diseño y circulación que el mejor arquitecto o concejal, de manera que escuchas opiniones para todos los gustos. ¿Deben tirar esta o aquella casa?. ¿Se eleva el nivel o se deja tal cual? Verás cuando llueva.

Supongamos que ya han concluido las obras, que es mucho suponer. Lo primero que hallaremos será un rotonda porque no hay ninguna en 200 metros y eso no se puede aguantar. Y en medio los dos ojos del antiguo puente, que no tienen valor arquitectónico alguno. ¿Podrán los vecinos sustituir el valor afectivo del antiguo diseño por unos ojitos solitarios?. ¿Confundirá a los turistas y les hará creer que están ante un puente románico?. Quizás, pues el constructor bien pudo llamarse Román.

Pero antes de llegar a la rotonda has de bajar por Hernández Pacheco. ¿Lo conseguirás? No sabemos, pues tendrás autos en doble fila y sobre la acera. Mira al Río no será un cuello de botella, ni tampoco una avenida, pero Camino Llano y Colón probablemente continúen igual. Las colas difícilmente se evitarán pues habrá que circular en fila india ya que parece que no se suprimirán los aparcamientos. (¿Se podía haber diseñado un aparcamiento para residentes bajo la rotonda del puente y suprimir los de superficie?).

Todos deseamos que la obra sea un acierto, mejore la circulación y que los vecinos queden satisfechos aunque no olviden sus orígenes. Esta solución no es la panacea, pero tampoco creo que exista.