Devoción y ambiente festivo volvieron ayer a unirse en torno a San Antonio, un santo que debe tener algo muy especial, pues encontrarse con él despierta sonrisas. Al menos eso es lo que reflejaban los rostros de los numerosos cacereños, en su mayoría mujeres, eso sí, que participaron en su tradicional procesión que, un año más, volvió a ser el acto religioso más festivo y alegre de cuantos se celebran en la ciudad.

Un detalle que prueba ese especial carácter de la procesión de San Antonio, y que suele sorprender a quienes por primera vez la viven, es que la música que acompaña su recorrido la pone una animada charanga, y que las canciones que se entonan, todas muy conocidas y populares, nada tienen que ver con la acostumbrada música religiosa de otros desfiles procesionales.

Pasaba apenas un minuto de las siete y media de la tarde cuando el paso de la pequeña imagen de San Antonio, cargado como marca la tradición exclusivamente pro mujeres, cruzaba las puertas de su ermita, entre calurosos aplausos y a los sones del himno de España.

Después, un recorrido, siempre alegre y festivo, desde el centro del barrio que lleva su nombre hacia la parroquia de San Mateo, para celebrar la eucaristía. Seguido en todo momento por numerosos fieles bajó por la empinada cuesta de Hernando Pizarro hasta llegar a la plaza de las Candelas. Desde aquí, su ascensión por las calles San Ildefonso y La Consolación hasta la plaza de Las Claras donde, como también suele ser tradicional, las mujeres que portaban la imagen de San Antonio la giraron hacia el convento de clausura y ´bailaron´ al santo para las monjas. Después, tras cruzar la Puerta de Mérida, el último tramo, el ascenso por la calle Ancha hasta la plaza de San Mateo.

Una vez finalizada la misa, la imagen de San Antonio retornó a su ermita. Volvió de nuevo en procesión, alegre y festiva, acompañada por numerosos fieles y por la música constante de la charanga.