El trabajo, cuidar de los hijos, estudiar, atender a los padres, correr de un lado para otro porque las horas del día no dan para hacer todo lo que se quiere,... La mayoría de las veces no hay tiempo para sentarse a escuchar a un amigo o a un familiar, y si lo hay, en ocasiones no se sabe hacerlo. Y es que escuchar , lejos de ser una acción corriente, es un arte que pocos saben llevar a cabo de manera correcta. La diócesis de Coria-Cáceres ha hecho de la Casa de la Iglesia un centro de escucha para que cualquier persona que necesite hablar de sus problemas tenga un lugar donde ser atendido. "No es una visión ñoña de la Iglesia, todo lo contrario, es una visión real. Nosotros somos personas físicas y estamos frente a frente para escuchar. Está lejos de la fe pero relacionado con ella", explicó el coordinador de la iniciactiva y el delegado de Pastoral, Antonio Floriano.

Floriano es médico y lo que más le gusta de su trabajo son las historias humanas. Durante años se ha formado en lo que él denomina la escucha , que no es otra cosa que saber comunicarse y lograr hacer comprender a la otra persona que los problemas pueden superarse. "A veces ni siquiera es necesario hablar. Tuve una paciente joven con cáncer que no supo superarlo. Venía a mi consulta para que estuviera con ella. Me pasaba la media hora agarrado a su mano y eso le tranquilizaba. Después murió pero esos momentos fue feliz", explica.

Ahora enseña sus conocimientos a todos aquellos que quieran participar en este proyecto. De momento cuenta con 16 voluntarios que recorren, además de Cáceres, Coria y Montehermoso para escuchar a la gente. En Cáceres están de lunes a viernes en la Casa de la Iglesia de 18.00 a 19.00 horas y los jueves de 11.00 a 12.00 horas.

"Intentamos que al escuchar la persona vea en su interior lo que le está pasando sin necesidad de darle ninguna opinión ni solución. No somos psicólogos pero sabemos hacerlo. Acogemos a las personas y hacemos que se sientan cómodos", dice.

Una ilusión

El Centro Escucha ha sido siempre la gran ilusión de Antonio Floriano. La experiencia de su trabajo le ha obligado a conocer de cerca los problemas de las personas y a preocuparse por ellos. "No nos damos cuenta, pero hay muchísima gente mal que necesita que le eches una mano. Desde aquí no podemos darles dinero pero les ofrecemos nuestro tiempo", explica mientras recuerda, uno de los peores casos que ha atendido: "recuerdo a una señora que estaba completamente hundida, con un estado de baja autoestima grande, pensaba que se iba a morir y le tenía miedo a la muerte. Empecé a escucharla y solo con eso se curó. Recuperó su confianza y ahora es una persona nueva".

O el de otra chica que padecía una fobia social y no podía relacionarse con nadie. "Su mayor miedo era que temía que su abuela se muriera y todo el tiempo de su vida lo pasaba en su casa. Pero su abuela estaba bien. Al final acabó por confiar en que también podía morir su padre o su madre o sus hermanos. Se alivió solo con escucharla", cuenta Floriano. "Hacemos igual que Dios cuando dijo en sus salmos venid a mí los que esteis cargados que yo os aliviaré. Pero no somos él, somos personas físicas. Es un trabajo reconfortante".