POLÍTICA

Cuidarnos de los peligros

Juan Fernando Ramón Sánchez // Torremayor (Badajoz)

No se engañe amigo lector si ve un pájaro que anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, llámele pato. Esta reflexión que se atribuye al poeta James Whitcomb Riley es un claro ejemplo de un razonamiento inductivo el cual desde Aristóteles hasta el día de hoy nos ha permitido obtener conclusiones generales a partir de premisas particulares.

Aunque quede lejos de mi intención en este pequeño espacio hacer una introducción a la Filosofía, sí es importante hacer una apología del razonamiento en una época en la que las redes sociales nos impiden cuestionar todo lo que invade nuestros sentidos. Lo cierto es que un fantasma recorre Europa, podríamos afirmar como lo hicieran Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, si bien ahora el fantasma es el populismo.

Hemos visto emerger primero el de izquierda con la formación morada de la cual su venerado líder sigue desgañitándose de ser el adalid de la lucha contra la casta a pesar de vivir en un casoplón más propio de caciques que de obreros, sin mencionar otro tipo de prebendas que la mamandurria permite. Pero justo cuando nos estábamos desengañando aparece el mismo perro populista con distinto collar. Ahora es verde y regresa con rancio olor a sacristía, a esa España de charanga y pandereta que declamara Machado dispuesta a embestir contra todo aquello que no le cabe en la cabeza, léase feministas, homosexuales, transexuales, inmigrantes, aborto o simplemente todo aquel que ose pensar de manera distinta o simplemente pensar. Porque a fin de cuentas lo que hemos vuelto a hacer no es otra cosa que atrincherarnos en el dogmatismo y abandonar aquello que los griegos llamaban sofrosine, moderación, encontrando el lugar idóneo para liarnos a mamporros. Así que no se engañe cuando escuche a alguien defendiendo un discurso nacionalista, xenófobo, homófobo, misógino, proteccionista, tradicionalista y conservadurista no piense que es ningún caudillo, simplemente llámele ultraderechista. Pero de dos peligros debemos cuidarnos, de la derecha cuando es diestra y de la izquierda cuando es siniestra.

SOCIEDAD

Seguimos siendo machistas

María Olga Santisteban // Ama de Casa. Zalla (Vizcaya)

El 25 de noviembre miles de mujeres (y hombres) recordamos el asesinato de las hermanas dominicanas Mirabal, asesinadas por el dictador Trujillo tras brutales palizas allá por el año 1960, siendo su pecado luchar por la democracia. En muchos lugares del mundo salimos a las calles una vez más para gritar que ya basta, que nos están matando, violentando, denigrando y ninguneando por el hecho de ser mujer y, en muchos casos, tenemos que disculparnos por defender nuestros derechos a no ser vejadas. Porque a pesar de los pesares de vivir --supuestamente-- en una sociedad avanzada, moderna y occidental (no citaré las culturas donde ser mujer es poco menos que una aberración), seguimos siendo una sociedad patriarcal y machista.

Día tras día vemos que, en muchos casos, violadores o maltratadores y toda suerte de individuos de la peor especie siguen --a pesar de las leyes-- campando a sus anchas. Porque la ley --dictando e impartiendo sentencias-- se pasa por el arco del triunfo a las víctimas, que se sienten culpablilizadas dadas las peregrinas razones de muchos jueces al quitar importancia a los delitos juzgados.

Estos jueces son capaces de afirmar desde que la víctima no se resistió lo suficiente hasta que tal vez la ropa interior era muy provocativa (habrá que volver al cinturón de castidad) e infinidad de argumentos inverosímiles que te revuelven el cuerpo. Todavía hay que aprender muchísimo: leyes equitativas y justas. Y, sobre todo, que personajes misóginos aprendan y comprendan mejor qué es una mujer.