El inmigrante es visto como alguien peligroso, desdichado, cuyo destino está condenado a la exclusión, al rechazo y al continuo menosprecio. Hemos llegado a deshumanizarle, olvidándonos de esa lucha que cada uno de ellos acarrea. Poca gente entiende el dolor por el que está pasando, el dolor al desarraigarse de su tierra, de sus familiares, ni lo que supone dejar tu hogar, tu nido. Pocas personas comprenden lo que conlleva dejar tu vida atrás, en busca de una nueva vida donde uno queda invadido de soledad, incertidumbre y nostalgia. Es muy duro, y más aún cuando antes de conocerte y mirarte a los ojos ya te han deshumanizado y rechazado.

Qué fácil es juzgar desde tu hogar, donde quizá ahora compartes una comida con los tuyos mientras en televisión vuelven a humillar al inmigrante, olvidándose de la lucha más dura por la que puede pasar un ser humano; la batalla por reconstruir tu vida y reafirmar tu propia dignidad, esa que te pueden arrebatar en un segundo con una mirada de desprecio y rechazo.