Alex vive en el Camino Llano Alto, justo al lado de la plaza Marrón. A esa plaza se la llama así en recuerdo del promotor de la Escuela de las Obras Pías de don Vicente Marrón, que estaban en la calle Margallo, justo al lado del antiguo colegio San Antonio. A esas escuelas acudían los cacereños menos pudientes, porque los que tenían cartillas más saneadas se iban con los curas.

En la plaza está la churrería Ruiz, familia que procedente de Linares llegó a la capital para quedarse definitivamente en ella en los años 50, después de solicitar al ayuntamiento la instalación de un quiosco de madera en el Camino Llano, una zona conocida entonces como las afueras de Carrasco. Vivían por allí José Antonio Bravo y su mujer, Elisa, que tenían una tienda de comestibles, Antonio Luceño y Agus, su señora, Catalina y su marido, Juan Antonio, que trabajaba en Renfe, o Napoleón, que tenía su casa por encima de la señora Fermina.

En Camino Llano abundaban las cocheras, entraban los autobuses y también había talleres, de manera que era un lugar de paso, tremendamente concurrido en el que el quiosco de los Ruiz triunfó porque entonces no se prodigaban las churrerías en la ciudad.

Hoy Alex se asoma a la ventana y desde hace unos días siente que la gente ya no aplaude con el mismo énfasis. "Mi calle ya no es mi calle, sales y es una pena. Todo el mundo con prisas, te miran mal", de manera que Alex ha dejado de echar de menos cruzar el portal y ahora trata de sobrellevar el confinamiento encerrado en casa.

Con frecuencia se acuerda de su madre, que sigue sola, esperando el milagro del regreso. Alex es más de hacer chistes llenos de sarcasmo pero en el fondo su corazón está plagado de nobles sentimientos, que oculta por temor a que lo califiquen de sensiblón. También se acuerda del trabajo, que no es lo mismo que el teletrabajo, porque en estas circunstancias el teletrabajo no es más que un puto asco. Repite Alex a sus compañeros aquello de... "ya lo celebraremos con unos buenos copazos". Copazos es la palabra que ahora lo llena todo, que ha engrandecido su denostado significado, porque en estos momentos el copazo es nada más y nada menos que respirar en la calle y en los bares de La Madrila, y terminar comiendo churros con Alex en la Churrería Ruíz, al lado de la gente que amas.