Es imposible entender la cultura española desde finales de los años 60 sin la presencia insolente, intimidatoria y magistral de Juan Benet. A su desaparición prematura en 1993, Miguel Delibes consideró que parte de la narrativa de entonces derivaba de él y no se equivocaba. Cerca de 20 años después de su muerte se publican varios libros que recuerdan dos de sus dimensiones intelectuales, la de narrador --Cinco variaciones sobre un tema romántico , auténtica sorpresa con cuatro relatos inéditos-- y la de ensayista --Ensayos de incertidumbre --, ambos en Lumen. A ellos hay que añadir el volumen Correspondencia , las cartas que el escritor madrileño intercambió con Carmen Martín Gaite (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores).

Benet debutó como novelista con Volverás a Región (1968), habiendo cumplido ya los 40 años, pero allí no había nada de primerizo ni tentativo. El escritor, que ya era entonces un prestigioso ingeniero de Caminos, nacía, como Atenea, pertrechado con todo el armamento literario, como prueba el ensayo La inspiración y el estilo (1966), donde había expuesto con brillantez sus ideas refractarias al realismo y la prosa ramplona. Desde entonces aquel "contumaz aspirante al mundo de las letras", como lo llamó Martín Gaite, se convirtió en el más pugnaz representante de una concepción augusta y muy exigente de la creación literaria.

OPINIONES EXPLOSIVAS Desde su impostada hurañía arremetió con eficacia y mordacidad contra el costumbrismo literario (en el saco entraban Galdós, el Ulises de Joyce o Tiempo de silencio de su amigo Martín-Santos) y diseminó una inagotable munición de opiniones explosivas y a veces desafortunadas (como cuando afirmó que mientras hubiera escritores como Solzhenitsyn estaría justificado el gulag...) La acción higienizadora de Benet, de su obra y de sus criterios, descalcificó de sociología y buenas intenciones políticas las tuberías por las que circulaba la novela española e instaló en ellas un sentido riguroso de la composición y la elaboración estilística.

Al Benet ensayista lo hallamos en los Ensayos de incertidumbre . A pesar de que algunas opiniones de Benet pecaran de arbitrarias e incluso dogmáticas (Ignacio Echevarría, editor del volumen, espiga unas cuantas en el apartado Opiniones impertinentes ), su modo de leer textos clásicos abría invariablemente una grieta en el muro de las interpretaciones trilladas. Lo hace con El rey Lear y con El Quijote , al leer a su venerado Faulkner o al interpretar la picaresca. Pero su capacidad de desmontaje de lo obvio alcanzaba casi cualquier tema que se pusiera a tiro.

Al Benet narrador lo reencontramos en las Cinco variaciones sobre un tema romántico , cinco relatos, cuatro de ellos inéditos, que se abren con la enunciación del "tema romántico", tarea de la que aquí se encarga un microrrelato que dejará al lector perplejo (quizá horrorizado) y desorientado: ¿cuál es el tema: el destino, el infortunio, la desdicha que apareja el amor, la desaparición, la muerte...?

Benet se divierte con el lector, lo empuja al escenario y lo obliga a averiguar, a través de los cinco cuentos, cuál es el tema unificador. Cada variación se adecua a un registro narrativo diferente. Así, Amor vacui es un relato erótico-fantástico que, con aires de Poe y Hoffmann, parece ilustrar que el deseo siempre se ejerce sobre un objeto imaginario. De pasiones extintas trata Una antigua costumbre a través de un narrador muy poco fiable que se resiste a aceptar todos los transcursos, empezando por el del tiempo.

A esta pieza le sigue una escena esperpéntica, La excursión , un careo entre un anciano, un joven en comisión de negocio y una sirvienta altiva y rezadora que alberga algún misterio. No tan sugerente como el de La hostería , un genuino cuento de misterio ambientado en el territorio mítico de Región cuyo mecanismo interno es impecable: el hostal junto al santuario, un banquete espectral para cien comensales, una fiesta cancelada, un único camarero taciturno, la llegada de dos excursionistas, un padre y su hijo en estado febril.

No menos calculada está la urdimbre de El legado , cuyo efecto pivota sobre lo que el narrador ignoraba en el momento de abandonar la casa familiar y que descubrirá al mismo tiempo que el lector. Unas variaciones primorosas para volver sobre ellas.