Desde hace ya veinticuatro años, el Festival de Teatro Clásico de Alcántara ha acogido obras de carácter muy distinto, no solo en cuestión de géneros, sino también de formato, de escenografía o de contenido. Pero sin duda, lo que le distingue de otros festivales similares es el enclave arquitectónico, que, en palabras de Goyo Pastor, director y actor teatral, "ofrece un marco singular y muy bello, en el que a muchos de nosotros nos encanta representar".
El sábado, Goyo Pastor dirigió y protagonizó La Gatomaquia , de Lope Vega, con una puesta en escena original e innovadora, en la que la sencillez del decorado y el elaborado vestuario de Helena S. Kriukova imprimían un toque de frescura y viveza al clásico del Siglo de Oro. Unas 1.200 personas asistieron a la función, cerrada con una ovación unánime.
Pero este no ha sido el único éxito del festival. La noche del viernes, la compañía Teure Teatro llenó de risas y aplausos el conventual San Benito, escenario de las representaciones, y lo hizo con El juglar del Cid , un texto de Pedro Villora que critica en clave de humor la historia española. Juanma Cifuentes despuntó en sus improvisaciones, con reflexiones llenas de mordacidad: la historia de España es como la morcilla: está llena de sangre y se repite es un claro ejemplo de lo dicho.
Sin duda, el humor es el conductor de este festival. Las alegres comadres de Winsord , que lo abrieron el jueves, presentaron las venturas y desventuras de Falstaff. La compañía Noba Producciones representó el clásico de Shakespeare con toda la socarronería que hizo famoso a su protagonista, realizando una adaptación de la obra que respetaba la alegría y la gracia del original.
Tampoco faltaron carcajadas en el montaje de anoche. De nuevo fue el turno de Lope de Vega, esta vez con El perro del hortelano , protagonizada por Blanca Oteyza y Ernesto Arias y dirigida por Lawrence Boswell, de la Royal Shakespeare Company, que ha calificado la obra como "uno de los textos cumbre de Lope, un ejercicio diestrísimo del teatro renacentista".
