La era de la disrupción digital (Editorial Deusto, 2020) es el libro con el que los catedráticos de la Universidad de Valencia en Análisis y Fundamentos Económicos, Javier Andrés y Rafael Doménech nos intentan explicar y, sobre todo, tranquilizar, sobre cómo nos afectará como sociedad el progreso tecnológico que «tiene el potencial de transformar profundamente el modo en que producimos los bienes y servicios que consumimos». Pero la duda es razonable y el miedo libre, así que no es de extrañar que todos nos preguntemos, ¿de verdad conocemos el impacto que tendrán los robots o la inteligencia artificial en el empleo y la distribución de la renta? Los autores de esta interesante obra nos responden a una, sin diferenciar respuestas entre ellos, y nos llaman a la responsabilidad y a la reflexión: no hay nada inevitable ni inexorable en la revolución tecnológica, pero para encauzarla correctamente es necesario que las decisiones personales, políticas, empresariales y sociales sean las acertadas. ¿Estamos a la altura? Pasen y lean.

--«Los cambios en la estructura del empleo en el comercio no harán sino intensificarse» ¿Siguen siendo los empleos con un nivel medio de formación los más vulnerables?

--Por el momento, los empleos más vulnerables son aquellos que no requieren una especial cualificación y que tienen un carácter muy repetitivo o rutinario. Pero, conforme avance la robotización y el uso de la inteligencia artificial para programar y ejecutar muchas tareas, este riesgo se irá ampliando a otros empleos o tareas también rutinarios pero que exigen un cierto grado de formación. La mejor estrategia es que las personas sean complementarias en lugar de sustitutivas a la automatización, robotización e inteligencia artificial. Hasta ahora, el balance es positivo y la capacidad de generar empleo está siendo superior a la de sustituirlo. De hecho, nunca como en la actualidad se ha creado tanto empleo. Además, y sin que esta evidencia implique causalidad, la tasa de desempleo es, en general, menor en aquellas sociedades en las que la automatización y la digitalización han avanzado con más intensidad.

--¿Quiénes ganan y quiénes pierden con estos cambios tecnológicos?

--Al riesgo de caídas en el empleo en el segmento de trabajadores en tareas que requieran menos aportación personal (sea de carácter manual, intelectual, de comunicación u organizativa) hay que añadir, el riesgo de deterioro en la calidad del empleo en muchos segmentos del mercado laboral. Si el contrato mayoritario en la actualidad (tiempo completo, protección social, etc.) se ve progresivamente arrinconado sin que se regulen adecuadamente las nuevas formas de relación laboral, la pérdida de calidad en el empleo puede suponer el mayor riesgo en una economía digital. La aplicación de políticas adecuadas y la mejora de las regulaciones hoy existentes serán cruciales en este aspecto. Cuando las políticas se diseñan y aplican bien el cambio tecnológico beneficia al conjunto de la sociedad y permite alcanzar niveles reducidos de desigualdad, tal y como ocurre ya en muchas sociedades.

--¿Cuál es la relación entre el progreso técnico y la esperanza de vida?

--Hay una relación obvia, como es la asociada a la mejora en las condiciones de vida y a los avances en la tecnología sanitaria, medicina, biomedicina o biogenética. Todo ello está detrás de que la esperanza de vida se haya duplicado desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, pero también hay un aspecto indirecto que tiene que ver con una nueva forma de organización social en el que existe una economía digitalizada. Por una parte, la progresiva reducción de trabajos peligrosos, por otra, la mejora de la calidad medioambiental, agricultura ecológica, reducción del calentamiento global, previsión y control de desastres naturales, etc. Además, un mercado laboral adecuado a la realidad digital puede, si se evitan los riesgos señalados antes en cuanto a la calidad del empleo, facilitar una mejor organización de nuestro tiempo (teletrabajo, autonomía, reducción de y flexibilización de la jornada laboral, etc.) y una mayor compatibilidad con nuestra vida familiar, social y de ocio.

--«El impresionante desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, sobre el que descansa la revolución digital, se caracteriza por una sustitución de muchos procesos y servicios físicos por digitales». En un mundo de ‘fake news’, ¿quién hizo la ley hizo la trampa?

--Las fake news han existido siempre. Lo único que hacen las nuevas tecnologías es difundirlas más rápidamente, de la misma forma que se difunde más rápidamente la información veraz y la necesaria información de servicio. Pero también podemos utilizar las nuevas tecnologías para combatir ese mundo de fake news, contrastando fuentes y mostrando hechos y evidencia.

--Aseguran que los gurús digitales de Silicon Valley educan a sus hijos sin pantallas…,¿esta revolución digital no puede convertirse en una manipulación real?

--Hay que evitar las exageraciones. Estas noticias sobre los gurús digitales, normalmente con unos grandes recursos económicos para la educación de sus hijos, llaman la atención pero su estilo de vida no es fácilmente extrapolable al conjunto de la sociedad que requiere una cierta estandarización en la formación. La formación general requiere utilizar todos los recursos disponibles de forma compensada y complementaria. Hay que estar familiarizado con la tecnología, pero también con la formación artística, matemática, humana, de comunicación, cultural y social. Nuestra capacidad para colaborar con las tecnologías digitales no es depender de ellas para cualquier actividad de nuestra vida, pero han venido para quedarse, por lo que es preciso estar familiarizado con ellas. Tenemos que buscar un equilibrio entre entender y usar en nuestro provecho las nuevas tecnologías. Al mismo tiempo potenciar todas las habilidades (soft skills) sobre las que basamos las relaciones interpersonales.

--Esta revolución digital no puede afectar por igual a unos países u a otros, y desde luego ni a unas regiones u a otras. Una desigualdad que continúa y es evidente, en Extremadura por ejemplo, con las infraestructuras. ¿Volverá a pasar lo mismo si, como dicen ustedes, el peor escenario es aquel con bajos niveles de productividad y empleo, y una elevada desigualdad interna de renta?

--Es cierto que las regiones o países que parten de peores niveles de empleo, renta o equidad, tienen un riesgo mayor de seguir en esta situación. Sobre todo, si su causa es, al menos, en parte, el predomino de unas instituciones sociales y políticas más ineficientes. Pero la revolución digital, si se aprovecha bien, puede ser una oportunidad para quemar o saltar etapas de desarrollo y acceder a nuevas tecnologías, modelos productivos, formativos y sociales que a lo mejor otras jurisdicciones más avanzadas adoptan más lentamente. Esto ya lo estamos viendo en algunos países emergentes o en desarrollo. La cuestión es si estas regiones apuestan fuertemente por la formación y la cualificación de las personas, y el uso de las innovaciones que acompaña a la sociedad digital.

--Tengo un hijo preadolescente, ¿qué carreras universitarias le aconsejan?

--No aconsejaría ninguna en particular. Cualquier formación superior puede ser útil, y sigue siendo cierto que cada uno debe buscar su propio camino. Hay quien puede querer una formación más específica o técnica, y otros, estudios más generalista y no sabemos qué nos deparará el futuro en términos de tipos concretos de puestos de trabajo, en una economía además cada vez más globalizada. En todo caso, debemos estar convencidos de que la formación no acaba en la escuela o en la universidad. La adquisición de capital humano, por específico que este sea, no nos limita sino que nos permite el acceso a más formación cuando la necesitemos. Hay que aprender a formarse, y estar dispuesto y preparado para hacerlo durante toda la vida. Hay que exigir a las universidades la excelencia en la educación para inculcar en los estudiantes esta idea, y potenciar su capacidad de formación continua en el futuro. Algunos de los conocimientos actuales que son útiles hoy en día no serán necesarios en el futuro, pero tenemos que tener la habilidad de adquirir otros nuevos cuando sea necesario.

--¿Qué consejos les darían a los que no creen en nada de esto, y no se molestan en crecer y seguir formándose?

--Cada persona decide cual es el camino más adecuado que quiere seguir en la vida. Si esa actitud es producto de una reflexión personal es una opción como cualquier otra. Simplemente, que cada uno debe asumir las consecuencias de sus actos cuando estos han sido voluntarios (es decir, no me refiero a enfermedades o situaciones involuntarias o sobrevenidas), y no esperar que la sociedad resuelva los problemas derivados de esta actitud. La verdadera riqueza de una sociedad son las personas y su capital humano. Y esto que vale para la sociedad es igual de cierto para cada persona. Con diferencia, la formación es la inversión más rentable: nos permite desarrollar mejor todo nuestro potencial, afrontar el futuro, acceder a mejores empleos, reducir la probabilidad de estar desempleado y disfrutar de mayores niveles de bienestar.