Los "indios" americanos no existen; no existen los apache, ni los sioux. Mientras Cristóbal Colón buscaba un paso hacia Asia, hacia las Indias, América se cruzó en su camino: y tras Colón, los nativos de aquel continente fueron los indios, y su destino cambió. En su diario, Colón les explica a los reyes el 14 de octubre de 1492 que "con cincuenta hombres los ternán todos sojuzgados y los harán hazer todo lo que quisieren..." Pero vayamos a 1599: explica Juan de Oñate que sus exploradores zuñi (o yuma) se toparon con hombres de otro pueblo, y mientras sus guías gritaban "apachú" (enemigos) el nombre se les quedó, los apache, y nunca más fueron los din-hé, las personas. Los escoltas ojibwa que guiaban a Jean Nicolet en 1640 despreciaban a una nación vecina, los lakhótá (aliados), y los designaban con un exónimo, nadouesioú, serpientes pequeñas, seres sin importancia, y abreviado en siú, sioux se les quedó. También los mal nombrados comanche prefieren ser numunu, la gente. Repudiados o glorificados, presentamos seis libros para descubrir la otra historia, la historia de los otros. Seis libros que ejemplifican el renacimiento de las culturas nativas mientras el cine (como viene siendo habitual, es el wéstern quien define a los indios en la gran pantalla) los recupera en El llanero solitario con Johnny Depp en el papel indio de Tonto.

LA PERSPECTIVA NATIVA

'GERONIMO, HISTORIA DE SU VIDA'

Escrita en 1905, es la más famosa de las cuatro biografías que el pedagogo Stephen Melvin Barret escribió, además de Mocco, an indian boy (1911), Hoistan, a indian girl (1913) y Shinkah, the osage indian (en 1916). Testimonio de las guerras apache desde la perspectiva nativa, Crítica recupera la versión de Manuel Sacristán de 1975 (hay una posterior, de Javier Luccini para Mono Azul, con el título Soy apache. Gerónimo) donde la fuerza del testimonio, la narración a la manera indígena, las inexactitudes cronológicas y las interacciones entre apaches y blancos hacen de él un libro imprescindible para entender la cultura del corredor central, desde Oregón hasta Nuevo México, las políticas de los estados y la figura de un símbolo nacional.

EL ENVIDIOSO BLANCO

'ENTERRAD MI CORAZON EN WOUNDED KNEE'

Desde 1970, este libro de Dee Brown es por excelencia la representación escrita del indian heritage, la herencia nativa, en los EEUU. Traducido por Carlos Sánchez-Rodrigo en Bruguera en 1973, la reedición de Turner de este clásico del indigenismo se centra en la lucha en las llanuras centrales norteamericanas, el fin de una manera de vivir, el genocidio de una cultura. Autor de más de veinte libros, Dorris Alexander Brown fue historiador, profesor y novelista (Mary la Creek ). En este ensayo, Brown inicia casi cada capítulo con una fecha (entre 1860 y 1890), con la descripción de aquel año, el testimonio de alguno de los indios implicados y la exposición magnífica de un universo que desaparecía en nombre del "destino manifiesto" de los wási-chú, los envidiosos, el hombre blanco.

UN PUEBLO GREGARIO

'LOS APACHES, AGUILAS DEL SUDOESTE'

A Donald Emmet Worcester, hispanista destacado, ensayista (The war in the nueces strip ), apasionado de los caballos y de América Latina (Bolívar) y novelista (Lone Hunter & the Cheyennes ), se le reconoce, principalmente, por este libro, publicado aquí por Península. Presenta a los apache tal como eran, un pueblo gregario, donde la necesidad de cooperación y los condicionantes del medio les obligaban a trabajar en grupo, al reparto comunal, a la vida social, a la venganza colectiva. La dispersión y la soledad eran un castigo, la desaprobación pública, una tortura, el confinamiento, la muerte. Un trabajo sistemático y de fácil lectura, sin desviaciones moralizantes, antropológicamente discreto, etnológicamente atractivo e históricamente indispensable.

EL SALVAJE OESTE

'UN PAIS MARAVILLOSO'

Cuando Samuel Woodworth Cozzens comenzó con este libro, la bandera de los EEUU solo tenía 32 estrellas. Más allá de los ríos Misuri y Arkansas, en 1858 no existían más que dos estados; el resto era el Oeste: grandes territorios genéricos como los de Oregón o Nuevo México, los desorganizados, además del Territorio Indio. No existían Oklahoma, Colorado ni las dos Dakota. La guerra civil era aún un rumor de sables inminente, y hacía poco que aquellos desmedidos espacios habían sido conquistados a México. Cozzens se maravilla por la naturaleza aún salvaje y así lo relata en el fiel testimonio de un mundo que le sorprende. Tres años de viaje maravilloso y un libro singular desde que se tradujo por primera vez en 1884 por Garnier Hermanos, que hoy disfrutamos en la espléndida versión que Sonia Fernández ha realizado para para Ediciones del Viento.

SAQUEO Y COMERCIO

'EL IMPERIO COMANCHE'

Partiendo de su tesis doctoral, Pekka Hamalainen (profesor en las universidades Texas A&M, Califòrnia UCSB y del Rothermere American Institute) ha forjado uno de los libros más notables de la historia de los Estados Unidos de las últimas décadas. Según él, más allá de los estereotipos del noble salvaje, o del salvaje sin piedad, los comanche crearon un imperio comercial y político disputándose el espacio reclamado por españoles y franceses, por los apaches y los mexicanos. Libro repetidamente galardonado y publicado aquí por la editorial Península, rompe con buena parte de la historiografía conocida, con la visión española de su imperio ("la presencia inflexible de España en la región se convierte en una ilusión que tan solo existe en la mentalidad de los españoles y en los mapas europeos") y se lee con la amenidad de una muy buena novela.

INVENTAR EL INDIO A CABALLO

'EL IMPERIO DE LA LUNA DE AGOSTO'

Los comanche, explica Samuel C. Gwynne en este libro publicado por Turner, crearon al indio de las llanuras: sin la movilidad que ofrecían los caballos --que los comanche reintrodujeron a partir de 1680, siglos después de haberlos extinguido-- y sin las mantas y las armas de fuego con que traficaban --consiguiendo mayor captura de bisontes, y excedentes de pieles y de carne-- no habrían existido ni los tsé-tsé-hestás (cheyenne) ni los lakóhtá (sioux), ni los apsaroka (cuervos) o los ka'igwa (kiowa). Gwynne repasa aquellas últimas décadas tomando como conductor al carismático Quanah Parker, medio blanco y medio indio, hábil estratega y político visionario. Un libre sorprendente que rompe con falacias y manipulaciones; Gwynne describe a los comanche tal cual, sin desprecio, sin glorificarlos.