Doliente, buscando en la música el bálsamo para sus heridas. Nick Cave irrumpe en la página con su disco más reciente, y se coloca entre todas las mujeres.

Nick Cave terminó Skeleton Tree (Bad Seed Ltd) después de la muerte de su hijo Arthur, pero no sabemos qué piezas del disco cambió o terminó tras ese episodio y cuáles de las ya escritas mantuvo sin cambios. No importa: Cave no necesita de tragedias personales para ahondar en la oscuridad de la experiencia humana. No obstante, estamos ante un trabajo reponsorial y catártico, sombrío, en el que el músico explora la pérdica elípticamente y con dolorosa vulnerabilidad, Probablemente hay quien hubiera preferido un Cave más rabioso ante tan luctuosa circunstancia, evitando detalles como algunos coros o la voz de la soprano en Distant Sky, pero él ha elegido un bálsamo alejado del aullido y centrado en la quietud de la ruptura interior. Y lo ha hecho arropando los textos con loops, sintetizadores, piano, wurlitzer, tratamientos de sonido, cuerdas y percusiones, creando punzantes atmósferas. Hay, por supuesto, ecos de Cohen, y recursos que recuerdan a la banda sonora de Twin Peaks. Vendrá con el tiempo otro Cave más ruidoso; probablemente cuando no tenga necesidad de cantar lloraste bajo los árboles, goteando, una canción fantasma alojada en la garganta de una sirena...

De Nashville procede Adia Victoria, que ha debutado brillantemente con Beyond The Bloodhounds (Atlantis / Warner), título que nos remite al libro Incidents In The Life Of A Slave Girl, de la escritora abolicionista Harriet Jacobs (1813-1897). Lo de Adia es puro blues, de tintes góticos en algunas ocasiones. Un blues sin corsés, trazado desde el brío rocanrolero de Dead Eyes hasta el oleaje pantanoso de Sea Of Sand.

Sarah Jarosz, por su parte, viene de Texas, y Undercurrent (Universal) es su cuarto álbum. Multiinstrumentista, Sarah canta con matices, cadencia e intención piezas teñidas de folk, bluegrass, pop y country. Mas no se espere de esta apuesta una revisión vintage; una canción como House Of Mercy, por ejemplo, escrita en clave bluegrass, es paradigma del sonido contemporáneo no descafeinado que busca Jarosz.

Bien, solo Laurie Anderson podía hacer un disco como Heart Of A Dog (Nonesuch), recitado, no cantado, banda sonora del documental homónimo en el que, a raíz de la muerte de siu perra, explora esb asuntos del amor, la muerte, el lenguaje, las fantasías infantiles, las teorías políticas...La voz es un instrumento más que se suma a los ruidos, la música, los efectos de sonido, los ambientes... Lo cierra Lou Reed cantando Turning Time Around.

La australiana Julia Jacklin es también una artista debutante. Lo hace con Don’t Let The Kids Win (Transgressive / Pias), una gozosa reinvención de las baladas de los años 60 y de l folk-rock de los 70. Lo suyo son los relatos emocionales interpretados con tino. El cierre del disco, con instrumentación mínima, es un ejemplo perfecto de cómo Julia gestiona su voz y sus canciones.

Ana Moura pertenece a esa generación de cantantes portuguesas que desprenden talento y saben que la renovación del fado pasa por hacerlo canción universal. Moura (Universal) su séptimo disco, es una espléndida muestra de eso, del bien hacer respetando las tradiciones.

The Ladies Of Too Slow To Disco (How Are You / Music As Usual) es un disco colectivo que muestra, con voces de mujeres y ritmos sinuosos, el optimismo y el hedonismo musical californiano de los años 70. Sonido pulcro y pulsaciones soul-funk, con artistas como Rickie Lee Jones, Melissa Manchester, Carole Bayer Sager, Carly Simon, Brenda Russelll, Carole King...

La aragonesa Ariana Barrabés, de voz intensa, y el guitarrista y compositor Jesús Olivares lideran Evoéh, formación que arma un sólido mosaico de aires populares y tonos clásicos. En El poeta del viento, su segundo álbum, que fue nominado a los Premios Nacionales de la Música Independiente, y que ahora recupero, rinde sonoro homenaje al poeta León Felipe.

Y la cantante con raíces en Ghana Joy Frempong y el percusionista suizo Lleluja-Ha forman Øy, que en Space Diaspora (Crammed / Karonte) dibuja una especie de ópera electro-pop con aires kraut; una utopía irónica situada en una galaxia lejana.