Javier Tomeo dice que los personajes de sus historias, a veces, se le escapan, se mueven solos, se niegan a ceñirse al argumento prefijado y, en la "situación dramática prolongada" que es una novela, toman vida propia para campar a sus anchas.

Eso ha debido ocurrirle con el protagonista de su última obra, un repartidor de supermercado de pocas luces que no supera la reciente muerte de su madre y está aquejado del extendido mal de la soledad. Ese hombre y los personajes de su entorno urden la trama de El cantante de boleros , novela que ayer se presentó en Barcelona.

Tomeo (Quicena, Huesca, 1932) estudió Derecho en Barcelona y ahí se quedó. La disciplina laboral puede explicar los casi 25 títulos publicados --El castillo de la carta cifrada , La mirada de la muñeca hinchable y Napoleón VII , entre otros--, la mayoría traducidos a diversas lenguas.

El cantante de boleros muestra un ambiente sórdido, con personajes que se acercan a sus propias caricaturas y que utilizan un lenguaje "muy genital", en expresión de Jorge Herralde, editor de Anagrama.