Como en varias películas recientes de superhéroes del cómic trasladados a la pantalla, en la nueva adaptación cinematográfica de Peter Pan resulta más interesante el villano, Garfio, que el héroe, el niño de ojos azules que se negó a crecer.

La película es una imaginativa traslación de la obra de J. M. Barrie. Sin grandes nombres conocidos en su reparto y escasos recursos infográficos, de concepción cara pero a la vez artesanal en su configuración plástica del País de Nunca Jamás, este nuevo Peter Pan asume las normas flexibles de la historia original con sentido y sensibilidad.

No rehúye la actualización del tema con algunos elementos impropios en una película pensada exclusivamente para plateas infantiles, como por ejemplo la concepción monstruosa del cocodrilo que se zampó la mano de Garfio. Sabe sacarle también enorme partido a algunos de los momentos más fantásticos de la historia: la secuencia de la pugna entre Peter Pan y su propia sombra.

Sobre el personaje de Wendy gravita también buena parte del filme. En el umbral de la adolescencia, algo mayor que Peter Pan, toma drásticas decisiones de principio a fin del relato hasta llegar, en la conclusión del mismo, a la definitiva madurez.

La sombra del personaje de Garfio se extiende con fuerza por encima de las aventuras con los niños perdidos, la relación sentimental de Peter y Wendy y los celos de Campanilla.