«Se lo merece. Ha trabajado mucho para estar ahí. Hablé con él en la pretemporada y le dije que iba a darle mucha cancha si lo veía bien porque creo que es un buen futbolista. Y así ha sido». Lo dice el entrenador del Diocesano, Raimundo Rosa, Rai, sobre su jugador Manuel Alcázar González, ‘Manu Alcázar’ (Almendralejo, 31-10-1995). Lo corrobora el protagonista, un tipo corajudo y con fe al que, por encima de todo, le gusta el fútbol «y disfrutar de él». «Le estoy muy agradecido a Rai porque ha confiado en mí», subraya Manu después del entrenamiento del equipo colegial.

Pero aquí hay bastante más que un jugador al uso. Mucho más. El centrocampista arrastra una historia de superación importante. Hace dos temporadas, tras ser operado de una gravísima lesión, un médico en Cáceres le dijo: «¿sabes que no vas a poder jugar más al fútbol?». Él asegura: «Salí llorando de la clínica, con mi madre, y le dije a ella que sí, que volvería. Me volví a mi casa a Almendralejo y allí, día a día, me propuse recuperarme con toda la fuerza».

Con el apoyo de su familia y de su propio carácter y personalidad, «siete meses y pico después me dieron el alta». Ahora, pasado el tiempo, es una de las claves de la temporada del Diocesano, de nuevo en la zona media-alta de la tabla en Tercera.

Su lesión se produjo en un partido en Cáceres ante el Olympic Peleño, en la Primera extremeña, entonces Preferente. «Fui a salvar un gol, iba deslizándome y me di con la rodilla con el poste. Me rompí el poplíteo, el cruzado posterior y el externo». Desde que fue operado, su fijación no tuvo límites. Y triunfó.

Más ayuda

«El pasado año jugué más bien poco porque aún estaba aprendiendo y salía de la lesión». Manu, que dice que en realidad nunca deja de aprender, está ya casi al nivel que cree que puede alcanzar. «Sé que aún me queda por llegar al máximo, pero soy joven», acota. Y no tiene límites: agradecimiento al Dioce, en el que disfrutó en División de Honor juvenil, y a su primo José Carlos, que le llevaba «todos los días» a Villafranca a recuperarse con Fran Rosa. Día a día. «Jamás lo olvidaré», añade.

Mientras, en un intervalo frenético, Alcázar militó en el Extremadura el año siguiente a pasar de juveniles con Dieguito (también del Dioce) en Tercera, antes del ascenso. «Jugamos playoff, pero no subimos», recuerda. Este futbolista surgido del Almendralejo de Cisqui también estuvo en el San José y el Díter Zafra con técnicos como el propio Cisqui, Luismi Patiño o Ito. De todos ellos, también de quien le fichó para el Dioce, Adolfo Senso (especialment agradecido a éste), o Miguel Ángel Ávila el pasado año, ha asimilado conceptos,

«Me dio rabia», comenta cuando se le cuestiona sobre si no pudo triunfar en el Extremadura y lo que ello supone. Pero es fuerte, como ha demostrado ya con creces. Estudia un grado de Tafad. Quiso ser entrenador, pero para lo que realmente va a opositar es para Policía, su gran vocación, por supuesto, aparte del fútbol. Un golazo por la escuadra al Valverdeño le exaltó. «Me liberé». Así fue: la pesadilla concluía. Era el momento de congraciarse con el fútbol.