17.30 horas. Hace un día espléndido. La puerta de entrada a los campos de Pinilla, en Cáceres, está entreabierta. Hay menos bullicio que otras tardes, pero se entra en el recinto y, sorpresa relativa, los dos terrenos de juego están ocupados. Plena actividad futbolística. Arriba, un par de grupos; abajo, otro tanto, con el Diocesano de protagonista.

No está el popular Salas, habitual currante en los campos federativos cacereños, un tipo que atiende servicialmente a todos los clubs, un personaje conocidísimo entre todos los que han practicado el fútbol modesto en Cáceres. El Salas , como se le ha conocido siempre, es también trabajador de la Federación, el único oficialmente encargado de velar por que todo esté en orden en Pinilla. El, como tal, ejercerá el derecho a huelga porque a él también le adeudan un buen puñado de mensualidades.

¿Por qué está abierto y aquello funciona con absoluta normalidad si, además, el encargado del recinto, no trabaja (los lunes libra ? Y es que el responsable del bar tiene encomendada la misión de controlar aquello cada vez que falta el habitual 'titular', según el acuerdo al que se llegó con él cuando se produjo la concesión del establecimiento.

El fútbol, y no la huelga, toman protagonismo en el césped artificial de Cáceres. También en Badajoz, donde sucede algo similar. Los más modestos no se quedan sin entrenar. Siempre quedará algún resquicio. Todo al final funciona, con más o menos normalidad, con más o menos entusiasmo, en sitios como los reseñados, donde unos jovencitos persiguen un balón muchas veces ajenos a una problemática que supera cualquier consideración.