THtace unos días participaba mi pareja, Amaya, en una charla de la Universidad de Nebrija. Los oyentes, alumnos de enfermería y fisioterapia que querían oír hablar de deporte y de salud.

La parte saludable del deporte es una de las más interesantes para nuestra sociedad, sobre todo visto desde un punto de vista público y económico. Ya hay estudios que cifran que cada euro invertido en promoción deportiva ahorra el triple en gasto sanitario o experiencias en nuestra región en las que se sustituía con éxito la medicación por actividad física, sobre todo en edad adulta y la tercera edad.

Pero quiero resaltar de la charla una pregunta de un alumno, con cierta lógica en los momentos que vivimos. "¿Por qué no se dejaba de invertir en deporte de alto rendimiento y se invertía todo el dinero en promoción del deporte en estos momentos en los que los recursos escasean?".

No estaba en la charla para contestarle, pero la responderé aquí. No es la primera vez que oigo esa pregunta y lo haré con un símil que también toca de cerca a la salud.

Dentro del gasto sanitario entra también una partida que se dedica a la investigación médica y los equipos médicos que desarrollan nuevas técnicas y tratamientos. Ahí también buscamos una mayor presencia del capital privado, como en el deporte de alto rendimiento, pero por ello no vamos a abandonarla.

Siguiendo el símil, eliminar, desde el ámbito público, el deporte de alto rendimiento y sólo apoyar el deporte de base, sería en algunos aspectos como abandonar la investigación médica y sólo invertir en hospitales asistenciales. Creo que sería una decisión miope.

El deporte de alto rendimiento hace progresar al deporte en general: nuevos sistemas de entrenamiento, nuevos materiales, modelos sociales y referentes que imitar para introducirse en la práctica de hábitos saludables.

Algunos pondrán el pero en aspectos como el dopaje, pero la ciencia también desarrolló la bomba atómica y no por ello dejamos de investigar.