En esa trayectoria deportiva de ansioso y acaparador con los títulos y reconocimientos a Gasol le ha sobrado el último año y medio en la NBA. Ahora sabemos que la espera ha valido la pena. No sé, es como si eres informático y te contrata Bill Gates para el despacho de al lado. Un destino natural para Pau, especialmente desde que se dejó crecer el cabello y la barba. La simbiosis era inevitable con pequeños matices de diferenciación, como que unos escuchen a Grateful Dead y el otro las nuevas canciones de Estopa. Hace tiempo intuí que esa estética debía agradar a tipos como Phil Jackson, Kurt Rambis, Bill Walton y George Karl, fundamentalistas del hippismo ilustrado y especialmente californiano. Los dos primeros son entrenadores en los Lakers y los otros dos, padres de dos de sus jugadores.

En ese vestuario con olor a incienso y símbolos budistas y de los indios nativoamericanos se concentran cinco jugadores de raza blanca y una representación internacional amplia, con pasaportes de Serbia, Eslovenia, Congo y Francia. Su estrella es Kobe Bryant, un negrito de buena familia y educación europea, casado con una hispana. En los Lakers el glamur de Denzel Washington, Dustin Hoffman, Andy García y el asiento de 2.000 dólares por partido de Jack Nicholson cumplen su papel. Pero Phil Jackson va a lo suyo. Y lo suyo son los títulos. Se hablaba de Jason Kidd, de Jermaine O´Neal, de Ben Wallace...

Gasol tenía que volver cerca del mar. Es un delfín, un mamífero acuático con chanclas, toalla al hombro y gafas de sol. Un cetáceo que duerme con un ojo abierto y otro cerrado, con medio cerebro hibernando y el otro medio funcionando. Parece inofensivo, pero logra lo que se propone. Salta, pivota y gira como danzando y aprecia de espaldas el chillido de la zapatilla de un compañero contra el parquet antes de darle una asistencia. Un animal cuya inteligencia y capacidad para generar empatías le libran de los depredadores de su hábitat. En esta coyuntura le será sencillo adaptarse y cualquiera se acostumbra a cambiar a mejor.

Podrá mantener el 16 en su camiseta porque en la historia de los Lakers solo John Salley, un jugador complementario, amigo de Eddie Murphy, ha llevado ese número. John Salley, como Gasol, fue otro alimentador compulsivo de currículo propio y se llevó cuatro títulos de campeón con tres clubs distintos.

Si no fuera porque Juan Carlos Navarro sigue allí y porque Marc Gasol puede volver a vivir y a jugar en esa ciudad podríamos borrar Memphis del mapa. Allí mataron a Luther King y parece que se confirma que Elvis Pressley ha muerto. Mejor acercarse al reino de los vivos y de los triunfadores por si se pega algo. ¡Viva Hollywood!

Y que vivan Antonio Banderas, Penélope Cruz, Javier Bardem y los guionistas en huelga porque a Pau Gasol ya le han escrito el libreto de la gloria NBA. De púrpura y oro, con barba y pelo largo. Si eres guapo y con dinero, qué más quieres, Baldomero.