Afrenta arbitral en unpartido de juveniles

Sábado soleado, cinco de la tarde, en la localidad de Coria se celebra un partido de fútbol correspondiente a la liga regional juvenil entre el Coria Emisán y la Asociación de Vecinos Puente de San Francisco, de Cáceres.

El encuentro transcurrió con mucha tranquilidad y a pocos minutos del final el San Francisco dominaba por 1-2. ¿Cómo puede ser que un equipo superado durante 85 minutos pueda dar la vuelta al marcador y salir victorioso al final? ¿Magia? No, señores, no. El árbitro.

Los hechos se centran en la recta final del partido. Corría el minuto 85 y en una de las pocas ocasiones en las que el Coria atravesó las tres cuartas partes de su campo, un defensor del San Francisco recibió una falta al borde de su propia área que increíblemente fue sancionada a favor del Coria y se saldó con la expulsión directa del defensa del equipo cacereño.

Mientras se estaba retirando el futbolista, se lanzó la falta que supuso el empate. El árbitro, tras el gol, expulsó al entrenador y también al delegado del San Francisco por, según señalaría luego en el acta, "protestar insistentemente durante do el encuentro".

Con el descuento ya transcurrido, el Coria marcó el 3-2 y el árbitro inmediatamente pitó el final del encuentro.

Es estremecedor ver cómo un árbitro se retira con una sonrisa de oreja a oreja, escoltado por los agentes de la Guardia Civil y asediado por chavales de dieciséis años. Al salir del vestuario, se fue con sus colegas del pueblo (con los que había quedado en el descanso) a celebrar la victoria.

¿Qué hacer entonces? ¿Aplicar la mítica frase de "esto es fútbol" y nada más? Con actuaciones arbitrales como ésta, a mí personalmente, un joven de dieciséis años, se me quitan totalmente las ganas de jugar al fútbol. Sí, he dicho bien, jugar.

SERGIO GUERRERO ALVAREZ. Cáceres