El colegiado extremeño Jayro Muñoz (Navalmoral de la Mata, 1997) ha convertido este periodo de confinamiento en un tiempo para recuperar el tiempo perdido con una de sus pasiones. El kárate ha formado «parte de mi vida desde que tengo uso de razón», confiesa. No obstante, ha tenido que compaginar esta disciplina con el arbitraje. Aunque en ambas, de momento, le va bastante bien.

El moralo ascendió a Segunda B el pasado verano. Una temporada atípica. «En esta situación el deporte pasa a un segundo plano. Ahora es cuando más deben florecer los valores de los deportistas, tenemos que ser solidarios y aportar cada uno lo que pueda», señala el colegiado desde su casa, tras entrenar.

Aprovechar el tiempo, una premisa. «A nivel arbitral, además de cuidar el tema físico, aprovecho para repasar las reglas de juego, visualizo partidos repetidos en Wyscout para nutrirme de otros árbitros. Además, mediante el CloudLab --una app arbitral-- el Comité Técnico de Árbitros nos envía feedbacks, así como vídeo test y trivials», confiesa.

Asimismo, también aprovecha para dar rienda suelta a su otra pasión, esta más escondida. «También estoy aprovechando para repasar katas de kárate, mi otra pasión. Bueno, y acabando el TFG del Grado en Derecho, y el Curso de Entrenador Nacional C», confiesa Muñoz. Sin duda alguna, vive la vida con energía y sin hueco para el aburrimiento.

«Empecé en el kárate con mi padre, quien me ha inculcado desde pequeño lo que significa ser karateka. Fue a los 14 años cuando empecé a entrenar con Daniel Fernández, mi sensei, del cual sigo aprendiendo todos los días», rememora. Es cinturón negro, primer dam. El negro se erige como color favorito.

Fortaleza

Todo se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida, y el kárate aún más. También en el fútbol. «El arbitraje a nivel mental te exige estar muy fuerte y el karate es el complemento perfecto. Más allá de mejoras a nivel físico, me aporta serenidad, poso tranquilidad o seguridad, entre otros valores que enseña este deporte», detalla. No tuvo que elegir entre sus dos motores de vida. «Mi idea es seguir pisando un tatami hasta que no pueda andar, aunque sí es cierto que a nivel competitivo tuve que elegir, hay que ser realistas. No puedo pretender competir con personas que entrenan kárate cuatro o cinco horas diarias», indica el moralo.

A nivel físico, además de este deporte, el colegiado también entrena siguiendo las indicaciones del CTA. «Debemos enviar todos los entrenamientos. A grandes rasgos, trabajo mucho la fuerza en un pequeño gimnasio que tengo en mi casa, hago pequeños circuitos de alta intensidad en las escaleras y el jardín. También salgo a la comba y procuro hacer sesiones de estiramiento todos los días», menciona. Además del kárate, deporte que practica con asiduidad en estos días, el árbitro también tiene una vena atlética. «Hace cinco años empecé a entrenar con Manuel Ordiales, con el único objetivo de prepararme las pruebas de árbitro, pero me picó el gusanillo y llevo ya 47 carreras populares», asegura. El tiempo es oro para este árbitro que se entretiene practicando kárate.