TTtodos alguna vez hemos escuchado "este árbitro no vale para nada", "este equipo no gana nunca", "este jugador es muy malo", "este entrenador no sabe nada" o "esto no es justo".

El que expresa estas sentencias trata de dar a entender a los que le rodean que él es el que se encarga de evaluar las capacidades de las personas que practican deporte y no se dan cuenta de que las buenas ideas que tiene, si las compartiese, probablemente todos seríamos más eficaces en las actividades diarias.

Por eso solo quiero hablar de esas personas que van a presenciar un partido y solo ven errores sin detenerse a pensar que los que juegan, mejor o peor, se lo están pasando bien.

Esas personas que alimentan la frustración, deberían pensar que los jugadores pueden equivocarse, fallar y hasta no ganar partidos, pero nunca ser culpables de haber dado lo mejor de ellos mismos, porque si el jugador es feliz, deja de hacer críticas y sigue disfrutando del juego.

Los jugadores no tienen que competir con nadie, ni ser mejor que otros, sino superarse para ser mejores.

La actitud de la persona que presencia cualquier partido, sea del deporte que sea, debería ser la de aquel que va a pasar un rato agradable, viendo como maniobran jugadores, unos que están comenzando a tener contacto con el deporte y otros ya iniciados, que están intentando disfrutar, sin complicarse si les salen bien las cosas o no, pero no exigirles cosas que no puede o no sabe hacer el jugador a pesar de que están poniendo todos sus esfuerzos en ello.

Los jugadores tienen que ser más deportivos que los contrarios, jugar mejor que ellos y ganar en el marcador, pero nunca de cualquier forma.

Si la práctica deportiva la condimentamos con los ingredientes de compromiso, humildad, esfuerzo, disciplina, respeto, verdad, solidaridad, tolerancia, integración, compañerismo, justicia... conseguiríamos lo más importante hoy día: ser educado y comprensivo.

Esta forma de entender, aplicar y formar en el deporte marca la diferencia.

Educar a los niños a través del deporte sí es posible, porque el deporte, practicado con pasión y ética, se convierte en una escuela de valores humanos y cristianos.

Dice José María Gagigal, hombre pionero y decisivo en la orientación del deporte y la educación física de España, que "el hombre, si no quiere dejar de ser hombre, debe alimentar valores, recuperar los perdidos o avizorar otros nuevos, debe buscar en los mismos hábitos de la sociedad cuanto de aprovechable y valorizador pueda sacar de ellos".

¿Merece la pena hoy en día educar en valores a través del deporte? Sí, porque el deporte constituye, por sí mismo, el gran medio de la educación del hombre.