El sector petrolero se ha hecho eco del creciente rechazo social a los biocarburantes. Los combustibles vegetales no son la solución a los problemas energéticos del mundo, defendió ayer Jeroen van der Veer, primer ejecutivo de Shell, en la XI foro internacional de la energía que se celebra en Roma.

La producción de biocarburantes ha encarecido el precio del muchos alimentos básicos --trigo, maíz o azúcar-- en el mundo, y ha provocado revueltas y protestas en países como Brasil, Haití, Camerún, Níger e Indonesia. "El mundo se enfrenta a una escasez de alimentos de la que no hay que culpar al crudo, sino a los biocarburantes", acusó Abdullah al-Attiyah, ministro de Petróleo de Qatar.

Productores y petroleras apostaron por el desarrollo de una segunda generación de biodiésels, generados a partir de productos vegetales no comestibles. "Lo importante de los biocarburantes es cómo los desarrollamos sin provocar consecuencias indeseadas; no es solo la competición por los alimentos, también por el agua potable", explicó el máximo dirigente de Shell.

ADVERTENCIA En otra línea, el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Nabuo Tanaka, pidió una "revolución ener- gética" para evitar una crisis medioambiental. Si las políticas actuales no cambian, advirtió, los combustibles fósiles permanecerán como principal fuente de energía durante al menos 30 años más.

Tanaka afirmó que la demanda energética crecerá más de un 100% hasta 2030. Ello provocará, a su juicio, un aumento del 57% de las emisiones contaminantes y tensiones geopolíticas.