Cómo corregir el descontento social por el aumento de las desigualdades y el resurgimiento del populismo y el nacionalismo como reacción a los excesos de la globalización. Este es el principal tema de debate (y de preocupación) de las élites políticas y económicas en el Foro de Davos, dedicado a la denominada Globalización 4.0. Durante años, Davos ha sido uno de los foros en los que los líderes mundiales han debatido y defendido las bondades de la globalización en un mundo cada vez más interconectado. Pero la globalización se desarrolló con unos excesos innegables que esas élites que anualmente se citan en el Foro Económico Mundial no paliaron, cuando no impulsaron. Los excesos tuvieron como consecuencia una gravísima crisis económica en la que el 99% pagó la factura del 1% y cuya recuperación ha dejado a muchos en la cuneta. La galopante desigualdad, unida al vertiginoso cambio tecnológico, ha generado una gran animadversión en amplias capas de la población hacia la misma idea de la globalización. Algunos de los líderes que no acudiron a Davos este año (Donald Trump el principal) son el populista rostro de la reacción irracional de los abandonados por la globalización. Pero la globalización no es reversible. En tiempos de populismos y guerras comerciales, de nativismo y de proteccionismo, la globalización sigue siendo inevitable y un camino de prosperidad. Eso sí, sin excesos por parte de unos pocos contra la mayoría de la población.