El intento de promover un pacto de Estado de todos los grupos políticos contra la crisis con el que se inició esta semana el nuevo periodo de sesiones parlamentarias se ha diluido como un azucarillo en solo tres días. El abismo actual entre el PSOE y el PP, que José Luis Rodríguez Zapatero justificó hace unos meses en clave "ideológica", se ha convertido en un muro infranqueable en pos de consensuar acuerdos de cualquier índole (educativos, religiosos, institucionales, judiciales), aunque lo que ahora esté en juego sea la recuperación económica del país. CiU, el partido que más se ha postulado por el pacto al favorecer con ello su doble equidistancia entre socialistas y populares y entre el pragmatismo en Madrid y el soberanismo en Barcelona, pareció ayer tirar la toalla. Su portavoz en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida criticó la poca "receptividad" de unos y otros hacia su oferta, y les acusó de utilizar la crisis económica como "instrumento de confrontación".

Así se evidenció de nuevo en el primer cara a cara del año en el Congreso entre Zapatero y Mariano Rajoy. El presidente mantuvo su discurso de esta legislatura y volvió a negar la gravedad del momento. "No estamos peor hoy que hace seis meses", dijo, para lanzar una nueva predicción temporal sobre el momento de la salida de la recesión, que ahora está "prácticamente a punto" de materializarse. La táctica socialista no es otra que ir ganando tiempo mientras llega ese momento, confiando en recuperar entonces el viento a favor y poderse arrogar en solitario el éxito de la recuperación.

SIN CREDIBILIDAD Rajoy se limitó a insistir en el ataque personal a Zapatero, al que acusó de haber perdido "toda la credibilidad" y no ser ya capaz de recuperarla, aunque sin excesiva convicción. Tras los sobresaltos que produjo la semana pasada que la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, amagara con una moción de censura (justo un día después de que la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, exigiera elecciones anticipadas), el líder conservador optó por frenar esa estrategia y demandar a los suyos prudencia y serenidad. Y no es que le falten ganas de reciclar el tan manido "váyase, señor González" para convertirlo en un "váyase, señor Zapatero": es que sabe que, hoy por hoy, no tiene apoyos para expulsar al actual inquilino de la Moncloa ni existe una presión social y política para que este se someta a una moción de confianza o adelante las elecciones.

Así las cosas, Rajoy ha decidido ponerse el traje de hombre de Estado e intentar vender confianza a unos ciudadanos cansados de tanto sobresalto, a fin de ganarse el título de gran salvador de una economía gravemente herida. Ese será su principal objetivo en el debate parlamentario que se celebrará el próximo miércoles, según su entorno, en el que se analizará la coyuntura económica española y se cotejarán los modelos y paquetes de soluciones que proponen unos y otros. No obstante, el presidente popular insiste en que el poder está aún en manos de Zapatero y que, por tanto, la responsabilidad de poner fin a la crisis también es suya. Por eso, apunta que aguardará hasta ese momento para aclarar a la opinión pública a qué medidas del Gobierno puede dar respaldo y a cuáles no.

MIRAR HACIA OTRO LADO Mientras tanto, los populares seguirán preparando y registrando alternativas para su debate en el Congreso. Y Rajoy mirará hacia otro lado cuando algunos de sus dirigentes ejerzan de polis malos y reclamen el adelanto electoral. El objetivo es que el mensaje, por goteo, vaya mojando a la sociedad sin necesidad de que sea Rajoy quien lo difunda. El se reserva para otros menesteres. De ello hablaron ayer el líder del PP y Duran Lleida en una cita en el despacho del primero que acabó siendo noticia al no haber sido anunciada y descubrirlos in fraganti un periodista.

El portavoz de CiU negó que en la cita se hubieran negociado pactos de Estado o mociones de censura. Eso sí, aprovechó para devolverle a Zapatero el desaire que le había hecho en la sesión de control, donde el presidente enfrió el acercamiento escenificado 24 horas antes hacia la propuesta pactista de CiU. Duran Lleida lamentó la "falta de reflejos" del jefe del Ejecutivo por no tener "intención alguna" de liderar el acuerdo contra la crisis.