Con concesiones en los capítulos menos polémicos y con la fotografía de los socialistas Alfredo Pérez Rubalcaba y Francisco Caamaño negociando a cinco bandas en la sede del Parlamento catalán, el PSOE logró contrarrestar ayer el demoledor impacto que supuso la presentación de sus enmiendas al proyecto de Estatut el pasado martes y que, al menos sobre el papel, le habían acercado más al PP que al cuatripartito. Pero hubo ayer un daño colateral fuera de guión. Iniciativa y ERC chocaron con CiU después de que los dos primeros constataran el deseo de Unió de mutilar parte del Título Primero del Estatut, referido a los derechos y deberes de los catalanes.

El PSOE más que nadie necesitaba demostrar que la negociación del Estatut mantiene las constantes vitales. En la cartera, Rubalcaba, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, no llevaba ni financiación, ni un remedio para el conflicto del término nación ni un listado de futuras competencias a transferir, pero sí un abanico de ofertas de segundo orden que, todas juntas, proporcionaban una imagen de que el PSOE se mueve. Eran concesiones en materia de derechos lingüísticos, de protocolo institucional y de orden territorial. Rubalcaba logró un consenso en la definición de las competencias exclusivas y una aproximación en las compartidas.

MALESTAR EN EL PP A Josep Piqué y a Mariano Rajoy no les sentó nada bien que el resto de partidos se reunieran sin convocar al PP. En Granada, Rajoy calificó la reunión de "antidemocrática" y aseguró que "la mitad de la población", en alusión a sus votantes, fue excluida. En Barcelona, Piqué mostró su confianza en que no habrá nuevas citas sin su presencia. El presidente del PP catalán afirmó que ya no se puede recurrir a la "excusa" de que su partido se niega a hablar, y advirtió: "Si el PP no está en las reuniones, que se sepa que es porque los otros no nos quieren".