"A los cinco ya me di cuenta de que no me gustaba ser una niña, pero no sabía bien a qué me estaba enfrentando, es algo raro que no sabes ni cómo llamarlo. Lo vas dejando pasar. A los 16 años me tachaban de lesbiana porque me gustaban las chicas y cuando cumplí los 21, coincidiendo con el inicio de la universidad, di el golpe sobre la mesa y decidí ser quien había sido toda la vida: Aaron". En apenas 10 líneas, este joven emeritense de 29 años resumen la historia de su vida.

"Ahora soy plenamente feliz y tenía que haber intentado serlo desde mucho antes". Hoy se arrepiente del tiempo que pasó encerrado no sólo en sí mismo, también en su casa. "He estado ocho o nueve años sin pisar una piscina en verano, no tenía amigos, sufrí 'bullying' cuando era pequeño, me aislaban, me insultaban,... no era quien realmente era, no era feliz", recuerda.

Desde pequeño sabía que algo pasaba. Cuando su madre se empeñaba en vestirle con faldas y vestidos volvía a casa con la ropa rota, sin pendientes ni coleta. Las muñecas y las barbies que le traían año tras año los Reyes Magos las destrozaba rápidamente, en señal de rebeldía. Aguantó estoicamente disfrazado de niña cada día hasta que cumplió los 12 años y se puso serio con su madre: "le dije que ya era hora de que yo decidieron mi ropa". Empezó a ser habitual verle prácticamente a diario con chándal. "Era la prensa más unisex".

Así pasó su adolescencia, prácticamente 'encerrado' y preocupado buscando la salida, hasta que llegó la hora de ir a la universidad, era una oportunidad de empezar de cero en otro ambiente y se dio cuenta de que estaba dejando pasar su vida: "estaba viviendo una mentira, estaba cansado y no era feliz y dije hasta aquí".

Buscó información por internet y acudió al médico de cabecera, que no estaba muy al tanto de qué debía hacer. "Para iniciar el proceso de cambio y que me mandara al psicólogo tuve que agarrarme a la muerte de un familiar, que me afectó, pero no era la causa principal de mi visita al especialista". Logró por fin la cita, pero aquel psicólogo ni su compañera estaban tampoco demasiado informados sobre la transexualidad. "Mi madre y yo salimos de allí llorando porque era el último recurso que teníamos. El apoyo de mi familia es lo más importante en este proceso. Mi madre siempre supo que algo pasaba y de hecho me dio la respuesta antes de que yo se lo contara".

Antes de que llegaran al coche para volver a casa, aquella psicóloga le llamó porque había buscado qué debía hacer en su caso y lo encontró. Y tras un informe inicial le derivó al endocrino. "Ya llevo cinco años con hormonas, me he sometido a dos operaciones y ahora sí soy feliz". Sin más. Hace dos años terminó la carrera de Enfermería, busca trabajo, pero lo hace estando tranquilo y feliz.