La historia de Luna representa la filosofía de la conservación de una especie en peligro de extinción. Esta lince hembra nació en un centro de cría, se soltó en el Valle de Matachel en 2015 pero pronto sacó su espíritu aventurero y se fue a conocer mundo. Nada más soltarla se marchó a la zona de Medellín, estuvo por allí varios meses pero su vida corría peligro y los técnicos del proyecto Iberlince que se encargan de su seguimiento, a través de collares GPS y foto trampeo, decidieron actuar. «Pensábamos que en esa zona no iba a prosperar porque no había más linces y además estaba próxima a la carretera de Ciudad Real que es muy transitada, así que la capturamos y la volvimos a soltar en el área de reintroducción de Matachel», cuenta María Jesús Palacios, la coordinadora del programa de reintroducción.

De vuelta a territorio, al valle donde encontró la libertad, volvió a fugarse y se asentó en los Montes de Toledo. «Pero el lugar que escogió estaba muy cerca de una autovía, había peligro de que la atropellaran y la volvimos a capturar para llevarla al Valle de Matachel». Y allí volvió a tomar el mismo camino hacia Toledo que había empredido semanas antes. «Repitió el mismo recorrido, llegó a pasar la autovía de Andalucía hasta que entró en los Montes de Toledo. Allí encontró un territorio muy bonito y al macho Lucero, la pareja ha regentado su territorio y ahora creemos que puede tener crías. Ella quería vivir en aquellos montes, había algo en su interior que le pedía marcharse a otro lugar». Una historia tan parecida a la de un humano, y que también se ha dado al revés, que sirve para demostrar la importancia de conectar territorios y el papel que Extremadura juega para ello. «Estamos en una situación privilegiada», destaca.

Y es que, lograr esa interconexión natural es uno de los objetivos del proyecto y la única forma de afrontar uno de los problemas que acabó con la historia del lince en España: la transferencia de genes es crucial para que los nuevos ejemplares tengan cargas genéticas distintas que les ayuden a mantenerse. «En los linces, uno de los problemas es que la variabilidad es muy baja, eso significa que los individuos son muy parecidos unos a otros a nivel genético, eso parece que no tiene importancia pero tiene mucha porque si eres muy parecido genéticamente entre sí significa que si hay una enfermedad genética afectará a toda la población y habrá mucha mortalidad, por eso lo bueno es que haya mucho trasiego de individuos y eso ya está ocurriendo. Es uno de los éxitos del programa», señala.