A los pocos días de decretarse el estado de alarma Ruth Noemí Encinas solicitó a su empresa una reducción de jornada del 100%. Es una de las medidas que se habilitaron para evitar la pérdida de empleos por la crisis sanitaria, pero en la práctica supone que renunciaba a su sueldo, pero se mantenía su cotización y su puesto de trabajo, al que tendrá que incorporarse en cuanto concluya la situación de alarma. «Solicitá la reducción porque no teníamos otra opción. Mi marido y yo hablamos y esta era la mejor alternativa para poder atender a nuestros hijos estando los colegios y las guarderías cerradas y sin poder contar con la ayuda de la familia para no ponerlos en peligro», explica la mujer. Tienen tres niños: Izan (11 años), Kevin (9) y Hugo (1).

Ella trabaja desde hace seis años como peón de servicios cárnicos en el matadero El Encinar, en la línea de envasado de carne . Su marido está en la fase de pruebas en un nuevo empleo en una incubadora. «Todo influye y entendíamos que por el tiempo que llevo trabajando yo en mi empresa sería más fácil para mí. Y la verdad es que cuando lo planteé no me pusieron ninguna traba», reconoce. Así que dio un paso atrás y se enfrascó en la vida familiar y en las ‘teletareas’ que tienen los dos niños mayores a diario. «Lo vamos llevando bien aunque hay momentos de agobio», reconoce. Unas veces por la carga de atender a los tres niños en esta situación y seguir el ritmo de las tareas escolares de los mayores mientras atiende también al bebé.

«Y también por la situación econímica, porque yo no estoy cobrando y al final vas tirando de ahorros», reconoce. Aunque también le empieza a quitar el sueño ahora cómo podrán organizarse en cuanto ella tenga que incorporarse de nuevo a su trabajo y los turnos de los dos progenitores coincidan. «No sé cómo lo vamos a hacer, creo que es la principal preocupación de la mayoría de españoles con hijos y que tendremos que ir solventándolo sobre la marcha», dice.