A las 12.20 de la tarde del sábado 21 de mayo de 1983 comenzaba en la Casa de la Cultura de Mérida el acto de constitución de la Asamblea de Extremadura. Hora y media más tarde, sus 65 diputados (35 del PSOE, 20 de AP, 6 de EU y 4 del PCE) escogían a su primer presidente, Antonio Vázquez, que, como recogía la edición de aquel día de este diario --entonces vespertino-- realizó una declaración institucional resaltando la "obligación histórica" que tenía el recién nacido parlamento extremeño de dar respuesta a las "deficiencias y necesidades de la región".

Tres décadas después, Francisco Macías, del PSOE, es el único parlamentario regional que no ha faltado a ninguna de las ocho legislaturas que han transcurrido desde entonces. Los 27 años con los que llegó a la Asamblea hacían de él el segundo diputado más joven de la cámara (solo tenía menor edad el también socialista Federico Suárez) aunque ya había tenido oportunidad de estar en el parlamento preautonómico que se constituyó en el Parador de Mérida antes de las elecciones. "Como estoy todavía metido en el lío , aquella primera legislatura es algo que no veo tan lejano", cuenta Macías, si bien admite que tiene cierta sensación de ser "el último mohicano ".

"Creo que todos éramos conscientes de que se estaba produciendo un cambio importante en Extremadura y en España y que de alguna forma ese cambio se estaba visualizando en las nuevas instituciones, porque hasta entonces aquí no había prácticamente nada", subraya el que actualmente es portavoz de Infraestructuras y Transportes del grupo socialista. "Estábamos muy ilusionados por las posibilidades que teníamos de transformar la región extremeña. Bueno, de crearla y luego transformarla, porque hasta entonces no había región. Extremadura eran dos, Cáceres y Badajoz", agrega.

Y es que, a diferencia de otras comunidades, aquí hubo que inventarlo todo desde cero y sin contar con apenas medios. "No es que fueran precarios, es que no había absolutamente nada", afirma.

Muy lejos de las tabletas digitales o los smartphones que pueden manejar actualmente sus señorías durante los plenos, entonces solo tenían "papel y lápiz, y bolígrafo. Ahora está todo muy tecnificado pero antes el 90% de las intervenciones se llevaban escritas a mano. Te movías de arriba a abajo con una cartera llena de papeles y documentos. Todo era papel y papel", rememora. Además, documentarse sobre cualquier asunto "costaba sangre, sudor y lágrimas. Ahora entras en internet y tienes toda la información que quieras". Eso sí, esta dificultad tenía, como contrapartida positiva, que obligaba a establecer un mayor contacto con la gente porque "para informarte de cualquier asunto tenías que llamar a compañeros, amigos o cualquier experto que te pudiera informar".

Vicente Sánchez Cuadrado fue miembro de la mesa de la Asamblea por el grupo popular en esa primera legislatura (estuvo en otras cuatro) y con anterioridad fue ponente del Estatuto de Autonomía. En este sentido, resalta todo el trabajo previo que hubo que hacer para que ese 21 de mayo de 1983 fuese posible. "Los más de tres años de preautonomía son también dignos de recordar, porque es la transición de una Extremadura que entonces no existía jurídicamente a una Extremadura que empezó a existir con el Estatuto. Consecuencia de éste se constituyó la Asamblea, que fue el último paso de todo el proceso", señala.

A su juicio, los diputados extremeños vivieron "intensamente" el proceso de puesta en marcha del parlamento autonómico. "La gente estaba allí por prestar un servicio, por vocación política. Porque no se ganaba dinero" --solo se podían cobrar los desplazamientos a Mérida--, recalca. "Eso es algo que quizás se hayan ido un poco difuminando con el tiempo, porque los cargos públicos se han profesionalizando excesivamente", sostiene.

Uno de los cuatro parlamentarios que representaban al PCE es Alejandro Nogales, que lo sigue siendo, ahora por IU, aunque no ha estado en la cámara de forma ininterrumpida. Sobre aquellos inicios subraya que hubo que encararlos prácticamente sin contar con competencias en nada. "Trabajábamos con mucha ilusión y se planteaba de todo, pero siempre era lo mismo: no teníamos competencias, no teníamos dinero", detalla. A día de hoy reconoce que los diputados tienen

muchos más medios técnicos y humanos pero también apunta que la complejidad de su trabajo es mayor. "La región tiene más competencias y, por lo tanto, es mayor nuestra responsabilidad de controlar la gestión que hace el Gobierno y de impulsarla", argumenta.

De aquellos primeros años Nogales recuerda también que la gente no acababa de tener claro el papel de cada Administración: "En la calle la gente confundía lo que era Asamblea y lo que era la Junta". El era en aquel momento, además, secretario general de CCOO Extremadura, lo que le permitía conocer "perfectamente toda la situación socioeconómica" de la comunidad

y aprovechar estos conocimientos en su labor parlamentaria. "Con los pocos medios que teníamos los sindicatos, los secretarios generales estábamos casi que todos los días negociando convenios de empresa, provinciales,... Estábamos permanentemente en contacto con todos los comités de empresa, con todos los delegados sindicales", resalta.

Cuando echó a andar, la Asamblea tenía su sede en los altos de lo que entonces era Banco Hispano Americano y los plenos se celebraban en la Casa de la Cultura de Mérida, donde el ayuntamiento de la localidad también cedió una sala para celebrar las comisiones. La falta de unas dependencias estables también la sufrían los grupos parlamentarios. El socialista, por ejemplo, tuvo que alquilar un local en la calle John Lennon.

En aquellos primeros plenos "todos estábamos al mismo nivel. Aquello se parecía un poco al parlamento británico, con más proximidad entre el que hablaba y el que escuchaba", rememora Pedro Cañada, que era portavoz entonces del grupo de Extremadura Unida (tres legislaturas). Su intervención inicial del 21 de mayo comenzó pidiendo respeto para las minorías, "que no es demagogia, sino democracia", dijo entonces. Una queja que sigue manteniendo: "Los partidos grandes se entienden entre ellos y van a la suya y hacen las leyes y los reglamentos para ellos", lamenta, y pone como ejemplo el que en un principio se permitiese acceder a la Cámara extremeña con el 3% de los votos hasta que "Ibarra subió el umbral al 5%", algo que califica de "antidemocrático".

Menos intensidad

La dinámica parlamentaria también ha ido cambiando en estos años. Para Vicente Sánchez Cuadrado el debate entre los diputados era en un principio "más abierto", pero "se fue cerrando mucho, fue perdiendo intensidad y vivacidad conforme pasaba el tiempo", algo que atribuye a las "mayorías de rodillo" del PSOE y a los cambios introducidos en el reglamento.

En esta línea, Alejandro Nogales considera que los intercambios dialécticos durante las primeras legislaturas dejaban traslucir "una confrontación más directa, más ideologizada". En este punto, resalta debates como los mantenidos por Manuel Parejo, portavoz del grupo del PCE, con el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra o con el que fue consejero de Agricultura, Francisco Amarillo, "que eran muy buenos", o el que ya en la segunda legislatura protagonizaron Parejo y el socialista Francisco Castañares con motivo de la aprobación de la ley de Caza. "El mejor que he visto", remacha.

Este diputado de IU incide en que, aunque la confrontación dialéctica en aquellos plenos era fuerte, "se era más generoso, se cedía más por parte de todos los partidos para poder sacar cuestiones en común y asentar la autonomía. A pesar de la mayoría absoluta del PSOE, todos éramos muchísimo más generosos". Un consenso que cree que comenzó a romperse cuando se fijó el Día Extremadura el 8 de septiembre "con las famosas declaraciones de Ibarra en las que dijo que tenía que ser el día de la Virgen de Guadalupe".

Para Pedro Cañada, una vez que los dos grupos mayoritarios "se fueron haciendo más con el poder, fueron imponiendo más sus intereses", lo que ha impedido que haya "una comunicación auténtica entre el parlamento y el pueblo. Se pone el interés del partido por encima del de la tierra". No obstante, reconoce la contribución de la Asamblea a que los "extremeños hayamos tomado conciencia de región, a que nos tomemos un poco en serio a nosotros mismos".

"Aquí no había sentido de región ni orgullo de ser extremeño", coincide Francisco Macías. "La gente se avergonzaba de ser extremeño. Las instituciones, la Junta y la Asamblea, empezaron a demostrar que eran eficaces y resolvían los problemas de los ciudadanos", arguye este responsable del PSOE, que menciona también que "los símbolos de la región, como la bandera, el escudo o el himno fueron consensuados y aprobados en la Asamblea". Treinta años después --apostilla Macías-- el sentimiento que hay es de orgullo, de querer a la tierra".