A sus 75 años, el alemán Karl Lagerfeld continúa en plena efervescencia creativa. Genio de la casa Chanel, fotógrafo y editor, el modisto ha extendido su talento a la dirección cinematográfica. El mismo año en el que se ruedan tres películas sobre la fundadora de la maison francesa (Coco avant Chanel, protagonizada por Audrey Tatou; Coco Chanel e Igor Stravinsky, con Anna Mouglais, y el telefilme Coco Chanel, con Shirley MacLaine), el káiser rinde tributo a la mademoiselle. El filme, que se estrenó en el teatro Le Ranelagh de París, puede verse en www.chanel.com.

Titulada París Moscou, rodada en blanco y negro y con la estética propia de las películas mudas (acción acelerada y carteles de diálogo incluidos), la película, que dura 10 minutos, se adentra en la vida sentimental de Gabrielle Coco Chanel durante sus primeros años; arranca en 1913, año en el que inaugura su primera boutique en la capital francesa, y sigue en 1923, cuando la modista desarrolla su fascinación por el folclore y la intelectualidad rusas, el mismo mercado en el que las grandes firmas del lujo como Chanel han depositado grandes esperanzas de expansión y que ha inspirado el último desfile de la marca.

IDILIOS SONADOS Mujer de carácter fuerte, transgresora y siempre adelantada a su época, Gabrielle Coco Chanel (a quien encarna una desconocida, la modelo lituana Edita Vilkeviciute) mantuvo sonados y apasionados romances con aristócratas como Arthur Boy Capel, un jugador de polo inglés que ejercería de mecenas de la diseñadora y con el que acabó fugándose. Ya entonces, como recuerda el corto de Lagerfeld, Coco Chanel ansiaba conocer al compositor ruso Igor Stravinsky, con quien siete años después tuvo una aventura cuando este aceptó la invitación para pasar una temporada en la residencia de la diseñadora.

Tras unas escenas de transición que evocan la revolución rusa, una Chanel ya reconocida por vestir a las mujeres con diseños masculinos se presenta en un cabaret del brazo de un poderoso amante, Dimitri Pavlovich, primo del último zar ruso. Tras despreciar las insinuaciones del duque de Westminster, mademoiselle Chanel confiesa su admiración por Rusia a su acompañante de igual modo que Lagerfeld se entrega ahora a ese mercado.