Dos bombas de escasa potencia causaron ayer un leve escalofrío en Manhattan, al explotar de madrugada frente al edificio que alberga al consulado de Gran Bretaña en Nueva York. "No sabemos quién lo ha hecho o por qué motivo", recalcó el alcalde de Manhattan, Michael Bloomberg, aunque la agresión coincidió con las elecciones británicas.

Expertos en terrorismo y en espionaje y agentes del FBI ayudaron a la policía neoyorquina para investigar el ataque, que sólo causó leves daños materiales. Los artefactos, una piña y un limón de juguete llenos de pólvora, que parecían haberse activado a mano, no por control remoto, causaron un mal recuerdo para la población neoyorquina, una sensación que flota sobre la ciudad desde el 11-S.

El tramo de la Tercera Avenida donde se encuentra el edificio, quedó cerrado al tráfico, al igual que las bocas de metro cercanas. En la ONU se tuvo que reforzar la seguridad. "Cualquier ataque de este tipo en Nueva York nos preocupa y nos fuerza a aumentar la seguridad", dijo el portavoz Stephane Dujarric. En Gran Bretaña se advirtió a la población de que podrían haber atentados en el día electoral. Pero el cónsul británico, Philip Thomas no especuló sobre los autores y dijo que se abrirían las oficinas para conocer los resultados electorales.