Si hay que atenerse a lo que se dice en los mercados, en las tiendas o en las calles, en Kirkuk, ciudad a 255 kilómetros al norte de Bagdad, todo va como la seda. La convivencia entre kurdos, por un lado, y árabes y turcomanos, por otro, se desarrolla sin graves problemas.

Al menos 7.000 familias kurdas que durante el régimen de Sadam Husein fueron expulsadas de la ciudad "ya han podido regresar a sus hogares", ahora ocupados por árabes, sin que se esté produciendo ningún incidente en el proceso de desalojo, según los datos que maneja la oficina que canaliza las demandas de los expulsados.

Conflicto interétnico

Pero lo cierto es que la tensión se masca en el ambiente nada más entrar en la ciudad. Y es que, aunque pocos lugareños lo admitan abiertamente, Kirkuk tiene todos los ingredientes para convertirse en la llama que prenda el polvorín de un conflicto interétnico en la azarosa posguerra iraquí: ricos pozos de petróleo, una amplia población de refugiados malviviendo en tiendas y barracones y un feroz resentimiento entre comunidades motivado por la limpieza étnica que desató el depuesto dictador contra los kurdos.

Jumaa al Nuri, de 32 años, fue una de las víctimas del régimen de Sadam. En 1988, tuvo que abandonar precipitadamente la ciudad, ya que su hermano había huido al extranjero y la policía política iraquí lo consideraba un "traidor". "Tenía una casa muy bonita en el centro de la ciudad, pero los hombres de Sadam la destruyeron con bulldozers", cuenta.

Tras 15 años de malvivir en campos de refugiados, Jumaa vio, con el fin de la guerra el pasado abril, la oportunidad de regresar a casa. Pero no hubo suerte. Se ha tenido que instalar con su mujer y sus tres hijos en una cabaña sin calefacción ni agua en los alrededores, rodeados de otros 5.000 kurdos.

La tensión entre kurdos, turcomanos y árabes explotó la pasada Nochevieja. Siete árabes y turcomanos murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad locales.

En una entrevista con este diario, el gobernador local, Abderramán Mustafá Fatah el Jaaf, de etnia kurda, atribuye los enfrentamientos a los excesos cometidos en una manifestación de turcomanos y árabes contra un proyecto de integrar la ciudad en el Kurdistán autónomo.

"No hay Peshmergas"

El máximo dirigente de Kirkuk sostiene que los radicales son pocos y que pertenecen a los fedayines (fuerzas paramilitares del régimen de Sadam) que quieren "alterar la convivencia en la ciudad", al tiempo que rechaza de plano la acusación de árabes y turcomanos de que los peshmergas , milicias armadas kurdas, tengan carta blanca.

Pero, en las sedes de los partidos turcomanos, todo el mundo parece haberse puesto en pie de guerra tras los últimos enfrentamientos. El doctor Saad al Dain Argage, presidente del Consejo Turcomano, asegura que un 90% de los agentes policiales locales son de etnia kurda, lo que no respeta la composición étnica de la ciudad.

"Muchos agentes son peshmergas venidos del norte y vestidos de policía con el fin de ocupar la ciudad mediante una política de hechos consumados". Un trajín de hombres armados entra y sale del despacho del doctor Dain Argage. Pero, como se encarga de puntualizar, todos "poseen permiso para llevar armas".