El trato despótico que el primer ministro británico, Gordon Brown, suele dar a sus colaboradores llevó al más alto responsable del funcionariado del país a abrir una investigación y ordenar al primer ministro que pusiera fin a su comportamiento abusivo, en una reprimenda sin precedentes. Este incidente, que viene a confirmar el carácter incontrolable de Brown, aparece en un libro de uno de los más cotizados especialistas políticos del Reino Unido.

Andrew Rawnsley, columnista habitual del semanario The Observer, subraya en The end of the party --un título que hace a propósito un juego de palabras, de forma que puede traducirse indistintamente como El fin de la fiesta o El fin del partido -- la insólita intervención del secretario del Gabinete, Sir Gus O´Donnell, quien decidió hacer sus propias indagaciones, después de recibir múltiples quejas del personal próximo a Brown.

"Esa no es la manera de hacer las cosas", le avisó el gran jefe de los mandarines al líder laborista. Rawnsley describe ataques de rabia en los que Brown llegó a agarrar por las solapas a algún colaborador, a empujar a otros, o a hacer recriminaciones a gritos.

Mientras los portavoces oficiales calificaban ayer de "alegaciones maliciosas" lo expuesto por Rawnsley, Brown se vio obligado a defenderse en la cadena de televisión Channel 4: "Nunca he golpeado a nadie en mi vida".

Los últimos sondeos indican, precisamente, un recorte de la ventaja de los conservadores sobre los laboristas. El que publicaba ayer The Sunday Times reducía la ventaja de los tories sobre sus rivales a seis escasos puntos.