Las obras nos pueden volver loco. Toda Mérida está en obras. No paran. Y no nos dejan parar. Es como si se hubiera levantado una epidemia de obras y en el centro, barriadas, en frente de tu casa y en la sala de estar, los obreros no paran de tomar ladrillos, bloques, arena, cemento...

Los emeritenses están que no saben por donde circular y si te encuentras con Gonzalo García de Blanes, concejal de Tráfico y Seguridad Ciudadana, te despide con una sonrisa y ni caso.

Los pobres policías locales están que no saben donde ponerse y cómo informar, porque llegar a determinados lugares del centro hay que sufrir un examen con nota de sobresaliente en cuanto al conocimiento de la ciudad.

Otra cosita es Primitivo Muñoz, concejal de Obras; entre palmeras y naranjos, de más de cien mil pesetas cada una, o seiscientos euros, tienen la ciudad en permanente alerta.

Lo curioso es que las calles del lago de Proserpina siguen siendo tercermundistas y no sólo no están mal, es que algunas son intransitables, incluso la principal, avenida de Proserpina, se está levantando el asfalto por no eliminar algunas raíces de los árboles que se encuentran cercanos, con peligro para los que circulan por ella.

No debe ser muy rentable electoralmente el lago de Proserpina, aunque hay que reconocer que gracias a la presidencia de esta asociación, Leonor Nogales, que es diputada regional, sus cuidados y desvelos han quedado en un segundo término.

En Mérida, llegar al centro de la ciudad es practicamente imposible. Si el que circula es de fuera puede terminar en la carretera de Valverde (hospital psiquiátrico) por tiempo indefinido.

Todos estamos deseando que llegue la tan traída y comentada campaña electoral para que se terminen las obras y se inauguren de una vez todas las calles, avenidas y rotondas.

¡Alabado sea el veinticinco de mayo! ¡Sea por siempre bendito y alabado!