Los que ya han rebasado los cuarenta, si me apuran, los cincuenta, recordarán uno de los objetos que no faltaban en la barra de los bares, sobre todo con el aperitivo. Lo llamábamos sifones. En Mérida han desaparecido y en pocas ciudades se fabrica esta especie de botella de cristal que tiene en la parte superior un artilugio que, al apretarlo, sale con una fuerza inusitada agua y gas carbónico a través de un largo tuvo que tiene en su interior y que por eso se llama sifón.

Por ese pitorro sale agua de Seltz, o lo que hoy llamamos soda. Cuando se terminaba se cambiaba por otro. Su precio era bastante asequible.

El sifón no faltaba en los bares y era uno de los ingredientes del vermut, bien de marca o de garrafa, un poco de ginebra, o sin ella, y el sifonazo, que le daba un gusto a esta bebida que la hacía diferente. Esos vermuts han desaparecido, como ha desaparecido el refresco de zarzaparrilla, de la familia de las liliáceas, que actuaba como diurético, como sudorífico en las enfermedades de la piel y que hasta reconfortaba el corazón y otras muchas enfermedades. ¿Alguna bebida como la zarzaparrilla?. Ninguna. Al vaso de zarzaparrilla se le agregaba un buen chorro de sifón y completaba el refresco más bebido durante muchas décadas.

Por desgracia, ya no hay ni zarzaparrilla ni sifones. Otra cosa que hemos perdido. Pero esta historia la recuperamos en los Viejos Escenarios Emeritenses.

MARCA La Francesa era la primera marca de sifones que se industrializó en Mérida. En cierto momento hubo cuatro fábricas: La Camerana, de la familia de los García de Vinuesa Soriano, en la calle Atarazana, donde hoy está la empresa "E-Cultura"; Zasil; La Extremeña, de Zacarías Silva Zama, donde los sifones se llenaban en la calle Suárez Somonte, y los de Pedro Hernández, más conocido como Matacabra, en la calle San Juan de Dios, sin una marca definida. En sus botellas sólo pone Sifones e Hielo con el domicilio. Después se trasladó a la barriada de Santa Isabel, en la calle Camino de la Magdalena.

De todas ellas tendremos un capítulo dedicado a una historia que es nuestra, que no hay nada escrito sobre ella, que en los Archivos Históricos no hemos encontrado nada de sus comienzos y toda la documentación ha sido conseguida gracias a sus antiguos propietarios, que nos han informado de todo lo que han podido. Eran más recuerdos familiares que documentación, que no hemos obtenido ninguna. Sí algunas fotografías. Hemos podido encontrar una colección de sifones de todas las marcas emeritenses que formarán, en su día, una importante página en el museo etnográfico.

La Francesa se fundó en el año 1877, como dice el propio envase, por unos franceses, de ahí su nombre, y su primera ubicación fue en la antigua carretera de Madrid, donde está actualmente Renault y un centro de mayores. Sus primeros dueños se la vendieron a Manuel Fernández Vinagre, que no tuvo descendencia, y pasó a las manos de Diego Rubio Escudero.

EL ORIGENA La heredó su hija, Petra Rubio Hernández, que la trabaja con su marido Manuel Serván Fernández y su hijo Manuel Serván Rubio, que con su padre la cerraron cuando la fábrica cumplió los cien años, en 1977. Esta fábrica de sifones se ubicó posteriormente en la calle Losa, que es la actual Juan Pablo Forner, justo donde hay una tienda de deportes. En lo alto nacería su último dueño.

Los envases de los sifones La Francesa, algunos de ellos, llevaban el teatro romano de Mérida como identificación del lugar de procedencia. Hoy ya son piezas de museo. Los había de distintos colores: amarillos, azules, verdes, negros con funda y los que llevaban nuestro más conocido monumento arqueológico.