Este último capítulo de la historia y origen de los sifones emeritenses nos ha llevado mucho tiempo para conseguir todos los datos que hemos conseguido.

Hemos hablado de la fabricación de los sifones La Francesa, cuya empresa fue vendida por los franceses a Manuel Hernández Vinagre, comenzando a trabajar en 1877. Tuvo descendencia, tres hijos: Manuel, Julia y Juan. Julia se casó con Diego Rubio Escudero y de este matrimonio la empresa pasó a Petra Rubio Hernández que se casa Manuel Serván Fernández. Su última descendencia en esta fabricación de sifones fue con su hijo Manuel Serván Rubio. Empresa que estuvo activa cien años, y se cerró en 1977.

Las cuatro empresa que fabricaban sifones eran: La Francesa, La Camerana, por la familia García de Vinuesa Soriano; Zasil y La Extremeña, por Zacarías Silva Zama, y la empresa que fundó Pedro Serrano Lozano y su esposa, Isabel Carrascal Cancho. Pedro Serrano era más conocido como Matacabra . El apodo vino porque su padre tenía ganado: vacas, ovejas y algunas cabras, en un huerto cercano al matadero regional. Esta zona del puente del ferrocarril era su lugar de trabajo y de reunión con los amigos, que tomaban unas copas de vino. En una de las ocasiones que estaban charlando, una cabra se salió del redil, le tiró con un garrote de los que llevan los ganaderos de aquella época, le dio en un mal sitio y la pobre cabra murió. Desde entonces, Matacabra , apodo que heredó su hijo y prácticamente la familia.

Pedro Serrano tenía un bar que le había traspasado Vicente Amparo en la esquina que da a la calle Cava, por debajo de la biblioteca municipal de entonces y de Dionisio Carrasco, el guarnicionero. Allí fábrica sifones pero para uso particular con otros cuatro socios: Joaquín Lunar, que tenía y ahora tienen sus descendientes un quiosco en la plaza de España; Eusebio Peña, que tenía el bar Peña; Marcelino Rejas, del bar Marcelino; y Luis Gil, del bar Metropolitano.

Pedro Serrano se quedó con la fabricación de hielo, gaseosa y sifones y la trasladó a la calle San Juan de Dios 5, donde vivía con sus nueve hijos: Antonio, Fernando, José, Pedro, Isabel, Joaquín, Laly, Pilar y Consuelo. La fabricación de estos productos comenzó en la década de los cincuenta y terminó en 1990.

La empresa en los últimos años se trasladó al camino de la Magdalena, en la barriada de Santa Isabel donde, por ser el último en fabricar, recibía la visita de muchos emeritenses para adquirir hielo, gaseosas y sifones.

Al desaparecer los sifones, desaparecieron los refrescos de zarzaparrilla, los aperitivos de vermut y ese vasito pequeño que acompañaba al café de la tarde en la partida de los círculos sociales o en los bares.