Los Gemelos de Plauto pone el broche final a esta edición del certamen. Lo hace de la mano del experimentado director teatral Paco Carrillo, que se muestra ilusionado con el proyecto y apuesta fuerte por sus actores, todos con acento extremeño.

--Es la primera vez que dirige una obra dentro del certamen, pero sin embargo ha sido director de este festival...

--Sí, es mi primera vez, pero formé parte de la dirección del festival durante cinco años. Primero en los años 1996, 1997 y 1998 como socio de Espectáculos Ibéricos y en 2006 y 2007 en solitario. Pero a pesar de haber estado en el equipo anteriormente, no sabía lo que era la responsabilidad de dirigir en un espacio como este.

--¿Le impone dirigir aquí?

--El espacio es muy agobiante para un trabajo de escenografía. El púlpito, es decir, la escena, es muy larga y estrecha, son casi 50 metros de escenario, no es una escena a la italiana que puede tener 10 o 15, y eso presenta dificultades para la entrada y salida de los personajes, que a veces se solapan para que el ritmo de la obra no decaiga. Otra complicación que se le plantea a los actores es que el público es visible para ellos, no como una escena a la italiana en el que la oscuridad les protege. Aquí lo tienen presente.

--¿Cree que es importante que el teatro extremeño forme parte del certamen?

--Por supuesto. El primer espectáculo netamente extremeño lo trajo Espectáculos Ibéricos, y durante mucho tiempo se pensó que por ser de la tierra era de poca calidad. Las compañías regionales demostraron que ellos podían hacer espectáculos tan dignos o incluso mejores que los que vienen de fuera, y hoy en día eso se respeta. Se llama teatro extremeño porque está hecho por extremeños, pero no porque tenga una esencia teatral propia, es una compañía más cuya única diferencia es el origen de sus componentes. La forma de trabajo es tan buena o tan mala como la de cualquier otra, nacional o extranjera. No se debería llamar montaje extremeño, sino hecho por extremeños.

--Sin embargo el público suele sentirse atraído por los actores más conocidos...

--Claro, porque el teatro romano tiene un problema: ha de llenar 3.000 butacas, y hoy en día eso solo se consigue con las grandes figuras. Ahora bien, depende de lo que entendamos por grandes figuras. Muchas veces se trae a gente que se cree que son grandes y no lo son. No porque venga de fuera es mejor. Los gemelos , por ejemplo, independientemente de que el montaje que yo he hecho sea mejor o peor, cuenta con unos actores con gran calidad dramática, que no serán tan populares pero son mejores que las grandes. Yo defiendo las cabeceras de cartel, pero las auténticas: Concha Velasco, Ana Belén, Pepe Sancho, etcétera. Luego han venido otros que sí son muy populares pero que no están a la altura de esas cabeceras.

-- Las Tesmoforias ha dejado el listón muy alto...

--Y yo me alegro muchísimo. No se trata de rivalidades, son montajes totalmente distintos. Esteve Ferrer es un magnífico director, eso ya se sabe, y ha hecho un excelente trabajo. Hay alguna actriz de Las Tesmoforias que yo hubiera querido tener, pero que no ha podido ser. Ambas son obras que cualquier director querría montar. Y sí, han dejado el listón muy alto, pero nosotros esperamos no desmerecerlo.

--La escenografía sorprende ¿puede dar alguna pista a los que todavía no han ido a verla?

--No, porque cualquier cosa que diga desde el punto de vista verbal no será lo suficientemente expresiva como para lo impactante que es la estenografía. Sí te puedo decir que jamás se ha visto en Mérida. El teatro se transforma pero no se tapa.

--Además de la escenografía, ¿qué otros ingredientes tiene la comedia para ser recordada?

--El vestuario de Maite Alvarez es sensacional y los gemelos también son muy curiosos. Por un lado, el que interpreta Fernando Ramos es más serio, que no aburrido. Y, por otro, el de Esteban G. Ballesteros es la comedia personificada. No se parecen en nada pero su forma de actuar sí, yo lo quise así. En ese sentido estoy muy orgulloso.

--Dicen que hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar ¿está de acuerdo?

--Absolutamente. La situación dramática es más fácil de concretar. Es más sencillo buscar la sensibilidad del espectador por el llanto o por la congoja que por la risa, porque esta es muy personal. A ti, por ejemplo, te hacen gracia unas cosas y a mí puede que otras, así que buscar algo que haga que te rías tú y que me ría yo es muy complicado. Además la comedia tiene un tempo específico, que como te pases no ríes y como no llegues aburres. Una vez que buscas el gag que puede hacer reír a todo el mundo, hay que hacerlo en tempo. En cambio, el amor o el dolor son más estándares. La comedia es más arriesgada.