En Moratuwa muchas familias vivían de la pesca. Este municipio al sur de Colombo resultó, a diferencia de la capital, muy afectado por el maremoto. En él se ve con gran claridad una de las imágenes que se están convirtiendo en un símbolo del desastre en Sri Lanka: los barcos varados sobre la carretera o en la vía del tren paralela al litoral.

Muchas personas murieron en Moratuwa, pero entre las que salvaron la vida, muchas más perdieron su medio de subsistencia: sus redes y sus barcas. Lasith Chaminda, de 34 años, es uno de los pescadores que se quedaron sin las herramientas de su oficio. El, al menos, salvó a su familia, incluyendo a su madre y a sus hijos, Sadun y Tilín.

"Nos agarramos a un enorme árbol que fue derribado por la ola, pero que no fue arrastrado", cuenta Lasith, que ahora está alojado en uno de los muchos campos de refugiados improvisados en los alrededores de la capital. El y otros afectados están en la escuela Janajaya pero seguramente serán trasladados pronto, pues el Gobierno ha decidido que las clases deben reiniciarse en todo el país.

En una isla como Sri Lanka, la pesca era y sigue siendo una de las principales actividades económicas tras la agricultura. Unas 150.000 personas trabajan directamente en un sector en pleno desarrollo. Como el turismo. El tsunami ha roto la línea de flotación de esa industria, ya que ha devastado las localidades costeras que concentraban el grueso de la flota pesquera.

Lasith reconoce que ahora tiene cierto miedo al mar, pero inmediatamente matiza: "No sé hacer nada más. Lo que quiero es poder volver a trabajar, a pescar". Su madre, Margaret Biatris, acogida en la misma escuela y que sufrió heridas en las piernas, añade que su hijo era la persona "que ganaba el dinero para toda la familia". "Necesitamos que vuelva a trabajar para podernos valernos por nosotros mismos", recalca Margaret, visiblemente afectada y preocupada por el futuro.

Sin herramientas

Como Lasith, cientos, miles de pescadores de la franja que separa Colombo de Galle, al sur de la isla, intentan estos días rescatar lo que queda de sus barcas. Desde el lunes se puede ver en pueblos como Moratuwa, Beruwela o Hikkaduwa la misma escena: hombres intentando trasladar sus barcas, algunas de tamaño considerable, al mar que las escupió de manera violentísima hace unos días. El proceso, por supuesto, es muy complicado porque no se tienen las herramientas idóneas. Ante tal precariedad, muchos lo hacen con cuerdas y sacos de arena para rayar lo menos posible el casco.

Pero las autoridades también son conscientes de que la reconstrucción del país pasa, ineludiblemente, por el buen funcionamiento de su economía. Y eso sólo es factible si los habitantes pueden volver a retomar sus actividades productivas. En el caso de la pesca, es imprescindible que los pescadores que han perdido sus barcas y redes vuelvan a disponer de ellas.

Bushwara Senanka es miembro del ayuntamiento de Moratuwa y admite que la tragedia se ha cebado con los pescadores. "Una de cada tres familias refugiadas en esta zona vivía de la pesca, hay que hacer algo". Una de las medidas que, según Senanka, se pondrán en marcha como parte del programa de reconstrucción que la Administración quiere iniciar inmediatamente es la concesión de créditos blandos para que los pescadores vuelvan a faenar.

Otra de las medidas que se tomarán será reconstruir las casas de los pescadores, más alejadas del mar. "La ley de Sri Lanka prohíbe construcciones a menos de 50 metros de la línea de mar --explica Senanka--, pero todo el mundo se la saltaba".

Además, según la prensa local, muchos pescadores están preocupados por que la gran cantidad de cadáveres que flotan en el Indico acaben sirviendo de comida a los peces. Eso también puede preocupar a los consumidores potenciales que sentirían repulsa por los animales que podrían estarse alimentando de carne humana.