Cáceres celebra este año el XXV aniversario del reconocimiento internacional de su Ciudad Monumental como Patrimonio de la Humanidad, concedido por la Unesco el 26 de noviembre del 1986. Muchos factores confluyeron para que el mundo reconociera la importancia del conjunto monumental cacereño. Todo ello fue posible gracias al esfuerzo de muchos vecinos que fueron conscientes de la importancia de la llamada 'parte antigua' y apostaron por ella cuando nadie lo hacía.

Fue el arquitecto extremeño, Dionisio Hernández Gil, quien se ocupó de la redacción del informe que se presentó a la Unesco para que la ciudad fuera delcarada Patrimonio de la Humanidad. En aquella época él era arquitecto conservador de Cáceres por la Dirección General de Bellas Artes. Ese trabajo fue impulsado por el entonces recién elegido alcalde Juan Iglesias Marcelo. Los días anteriores a la declaración universal se vivieron en Cáceres con una gran expectación. El documento enviado a la Unesco por Hernández Gil se componía fundamentalmente por material fotográfico de las riquezas patrimoniales de la Ciudad Monumental y con una gran recopilación histórica. Hubo muchos protagonistas anónimos que contribuyeron a ese logro para Cáceres y para los extremeños en general. Entonces nadie ponía en duda el valor de la Ciudad Monumental cacereña en sus aspectos artístico, histórico o patrimonial. Su estado de conservación casi perfecto ha llamado la atención a expertos mundiales del periodo medieval y renacentista.

Los años cincuenta fueron decisivos en el desarrollo que se dio a la ciudad de Cáceres en el aspecto turístico. El gobernador civil Antonio Rueda y Sánchez Malo fue el impulsor de este desarrollo, acorde con el 'boom' turístico que se quería dar a nivel nacional.

Un nombre propio hay que destacar en este primitivo apoyo a la ciudad: José Acha. En 1955 este empresario arriesgó por Cáceres. Creó una empresa denominada Comercio y Turismo que cristalizó en la puesta en marcha del Hotel Extremadura, que fue el primer establecimiento de tres estrellas con el que la ciudad de Cáceres contó. Acha era ingeniero y constructor. Desconocía todo lo relacionado con el mundo de los hoteles. Pero fue el primero en confíar en que la Ciudad Monumental cacereña se convertiría en un potente imán para el turismo en Extremadura.

Pero hubo otros hitos en esta carrera hacia ser Patrimonio de la Humanidad. Así en los años 70 Cáceres fue designada Tercer Conjunto Monumental de Europa por el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y Restauración de Bienes Culturales (Icomos).

Este espaldarazo definitivo colocó a la ciudad en la parrilla de salida para el nombramiento. Tras la declaración de Atenas, la Unesco convocó un certamen internacional para distinguir a aquellas ciudades que más habían hecho por la conservación de sus conjuntos monumentales. Cáceres era, por supuesto, uno de los principales candidatos al reconocimiento. Así lo vio el alcalde de Cáceres, Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano, junto con el arquitecto conservador José Rodríguez Valcárcel.

Superó la fase provincial y la nacional gracias a una amplia documentación gráfica de monumentos, iluminación, calles, equipamiento urbano de la Ciudad Monumental y a un estudio comparativo que mostraba las mejoras realizadas en el casco antiguo y que lo colocaban en uno de los mejores del mundo. Ya en la fase nacional Cáceres fue designada para que representase a España a nivel internacional, donde no consiguió el reconocimiento. Pero ello le sirvió para que el nombre de la ciudad estuviera en los principales foros internacionales.

Cáceres era un enclave único en el que la historia parecía haberse detenido y quien la visitaba se podría sentir un ciudadano de la edad media o del renacimiento tras darse un paseo. Otro hito que ayudó al reconocimiento final fue que en los años setenta Cáceres consiguió la Medalla de Oro de las Bellas Artes que anualmente concede la Real Academia de las Bellas Artes a la ciudad que se distingue por su difusión. Hubo en este sentido, según Antonio Rubio Rojas exarchivero municipal fallecido este año, envidias políticas las que propiciaron que el galardón no fuera recogido y éste no se encuentre en el ayuntamiento. El último paso a la declaración lo dio Dionisio Hernández Gil, quien redactó el informe definitivo para la declaración de la Unesco en 1986.